viernes, 25 de noviembre de 2005

El Altavoz

Hace unos días inicié una nueva aventura en el mundo de las revistas y de las publicaciones. Atrás quedan los años de Hermano Papel (pese al nombre que extrañe o haga gracia) como publicación de aprendizaje y punta de lanza. El Altavoz (que no el Semáforo como aprendices a juvenólogos me decían hoy) surge de manera experimental para llenar el vacío de aquellos fanzines que hace años dejé de ver por Cáceres. Un formato muy manejable y siempre, en el aire y en la tierra, en el cielo y en el suelo, el fantasma de saber cuánto durará la constancia.
Embarcarse en una publicación es uno de los mayores retos y te proporciona grandes satisfacciones, pero también te produce enormes desilusiones. Una publicación debe ser un proyecto colectivo, una suma de iniciativas y de estilos, de mezcla, de diversidad. Ése ha sido el gran enemigo tradicional de este tipo de loables iniciativas.
Larga vida, pues al Altavoz

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