lunes, 8 de febrero de 2016

El culturómetro

Más allá de que quizás ha habido un punto de exceso en la obra de los titiriteros de marras, a cuenta del terrorismo, y que quizás no se especificó lo suficientemente bien el público al que iba realmente dirigido, no podemos estar con el foco puesto en Madrid y con un debate permanente en torno a lo que es y lo que no es cultura a juicio de tertulianos y opinólogos varios.

Manuela Carmena ha traído una recurrencia inusitada en debates, discursos, juicios de valor varios y en todo tipo de decisiones, hayan sido o no tomadas, hayan sido o no dichas, hayan sido o no asumidas. Lo cierto es que la cayetanada (o catetada) aquella de "no te lo perdonaré jamás" será recurso habitual al que aludir, en positivo o en negativo, en ironía o en solemnidad a modo de ofensa, a lo largo de todo el mandato de la alcaldesa, dure lo que dure.

El problema es que la parte no nos deja ver el todo y que si bien podría ser positivo que la cultura estuviera en el centro del debate, el problema es que quienes la colocan ahí no tienen el más mínimo interés por la cultura, ni tampoco les preocupa lo que sus opiniones generan.

Porque la suma de opiniones que constituyen un culturómetro permanente que enjuicia decisiones y que cataloga a creadores repercute negativamente en la intencionalidad del hecho cultural, sea el que sea, del fondo de la obra, del juicio crítico y de la capacidad de discernir lo figurado de lo real, el mensaje de lo literal...

Y es ciertamente peligroso, porque empiezo a percibir unas reservas grandes en lo que atañe a la repercusión que terminan teniendo determinadas decisiones tergiversadas.

Nos están abocando a una cultura de una determinada manera, a un pensamiento adocenado y a una percepción blandiblú de lo que podemos ver o no, sustentada en que sea un mero entretenimiento, inocente, sujeto a unos cánones y, a ser posible, aún no lo han dicho, pero hay quien lo piensa y está esperando el momento, con una suerte de comisión que decida o no qué podemos o no ver, qué se puede o no programar.

Me tocó lidiar hace un puñado de años con la peor campaña contra la cultura que se ha montado nunca en Extremadura, con unos fines oscuros por parte de quienes la inician que nada tenía que ver con lo que decían, y con unos opinólogos jaleando con la paja que tenían delante sin quererse percatar de la viga que muchos tienen en esto. Su ignorancia, sus complejos y sus oscuros intereses les impiden ver la libertad del proceso creativo.

Entonces, cuando ya sabíamos que eran los meses finales de la que sin duda ha sido la etapa cultural más brillante de nuestra democracia autonómica, me di cuenta del enorme peligro que tienen aquellos que enarbolan la cultura cuando quieren decir otra cosa y ninguna es buena, porque hubo quienes quisieron lapidarnos aquellos días, que fueron realmente duros.

¿Cómo resolvemos todo esto? Blindando la cultura, sacándola de la tentación de hacer partidismo, respetando la libertad de los creadores, garantizando planes reales de participación, haciendo propuesta democráticas, escuchando a gestores y agitadores culturales, teniendo planes culturales, promoviendo la autogestión, procurando que haya cultura para todos y en todos los sectores. Haciendo una sociedad rica, enriquecida, crítica. Y teniendo mucha pedagogía a la hora de afrontar los problemas. Introduciendo la cultura en nuestros planes de estudio formales y en la educación no formal. Y cientos de medidas más.

Porque al final de toda esta polémica, opinólogos mediante, muchos llegarán al absurdo de terminar asociando que todos los titiriteros son terroristas.


martes, 2 de febrero de 2016

Reflexiones sobre las elecciones generales (V)

De momento, estas reflexiones, que ya son cinco desde el día de las elecciones, van acertando lo que viene sucediendo. Pedro Sánchez ya es formalmente candidato a la investidura porque así lo ha propuesto el Jefe del Estado y lo ha ratificado el presidente del Congreso de los Diputados.

Es realmente ilusionante ver a un futuro presidente, Pedro Sánchez, con un Jefe del Estado conectando plenamente, no tanto porque la propuesta final de Felipe VI haya sido el secretario general del PSOE, sino que viendo el lenguaje corporal y la tranquilidad del rey con Pedro Sánchez, garantiza comodidad y transmite que una nueva generación ha llegado a las mayores instituciones del Estado.

Frente a esto, hoy precisamente, el candidato marmota. Mariano Rajoy, que pese a la designación de hoy, mañana seguirá diciendo que no renuncia como candidato igual que ayer, y pasado mañana. Hasta que alguien con cordura, leáse Feijoo, Cifuentes o la misma vicepresidenta en funciones, para no salvarse de la quema, digan que toca mover ficha.

Escribo estas reflexiones escuchando a Pedro Sánchez, tocando todos los palos, como puede decirse, pero "con serenidad, principios y generosidad". El listón para el resto de partidos está muy difícil. Vetar esta investidura en segunda vuelta tendría un coste electoral alto para quienes se opongan con su voto en contra. Aviso, pues, a navegantes.

Como también es aviso a navegantes la decisión que han tomado Felipe VI y Patxi López. Porque lógicamente es arriesgado proponer a Pedro Sánchez, pero las cartas dudo que no estén marcadas para algunos de antemano.

La dialéctica de Pablo Iglesias se moderará estos días (aunque todos son contingentes no todos son necesarios, y menos imprescindibles). El diálogo con Ciudadanos fluirá fácilmente. Izquierda Unida hará lo que tiene que hacer porque Alberto Garzón es responsable.

Y el PSOE será modélico. Habrá nervios, seguro. Pero hay un terreno donde el PSOE se mueve perfectamente. Y no es el del poder, sino el de la responsabilidad. Y nadie duda de que en un escenario como este, la responsabilidad que se espera del PSOE llegará estos días.

Pedro Sánchez reclama tiempo. Seguramente en menos tiempo del esperado tendremos un gobierno. No será una legislatura completa, no habrá tranquilidad, seguramente. Pero toca dejar hacer a Pedro Sánchez, y toca que el PSOE vuelva a ilusionar para que muchos problemas que tenemos se solucionen.

lunes, 1 de febrero de 2016

Reflexiones sobre las elecciones generales IV

Estamos llegando a la última fase. La fase en la que quienes más tienen que ganar, aparentemente, si hay elecciones generales de nuevo, PP y Podemos, van por una parte, y quienes más tienen que perder, aparentemente, si hay elecciones generales, PSOE y Ciudadanos, van por otra. Eso para quien quiera conjugar el momento usando los tiempos electorales.

Porque también podría ser que PSOE y Ciudadanos estuvieran siendo los partidos que tuvieran claro que nuestro país necesita un gobierno, estabilidad, reformas y pensar en la gente, y sin embargo PP y Podemos estuvieran centrados en otros cálculos.

Diseccionemos.

El PSOE está internamente hablando con luz y taquígrafos. Y externamente también. Y externamente aunque se hable internamente, cosas de los medios y del afán de filtrar de algunos, parece. Hace unos años hubiera constituido un verdadero escándalo saber que hay una grabación del comité federal. Hoy día, con militantes y dirigentes, tanto monta monta tanto, hablando en cualquier lugar, las grabaciones del comité federal casi que forman parte del ejercicio de transparencia y de demostrar que si alguien está hablando y debatiendo ese es el PSOE. Es, somos, el único partido que ha dicho claramente cómo puede gobernar y que ha presentado un bloque amplio de medidas para debatir ya.

El PP está destruido. Inmóvil, con Rajoy más pusilánime que nunca, con muchos de sus cuadros desnortados, con una operación anticorrupción gigantesca en Valencia, sus pasos van encaminados a quedarse quieto y a esperar a que fracase el PSOE. La evidencia de su actitud está en el anuncio de que votarán en contra a cualquier candidato que no sea Rajoy. Quizás ahora entendamos un poco más el titular con el que ilustraba El País la entrevista a Felipe González de hace unos días. La apuesta es casi suicida: apuestan todo a Rajoy.

Ciudadanos está empezando a moverse. Sabedores de su papel central, pese a que apenas tengan poco más de una octava parte de los diputados, conscientes de la importancia de su papel, su rol está en bandeja orientado a Pedro Sánchez. Solo alguna noticia negativa relacionada con el PSOE truncaría que en unos días, si hay encargo de investidura, no hubiera un acuerdo de mínimos y no quisiera Albert Rivera en erigirse en desatascador de la situación tan compleja que tenemos.

Podemos ha jugado al mus sin saber si los otros querían jugar, sin saber si a Pablo Iglesias alguien le aceptaba de pareja, y ha echado un órdago a todo sin tener ni pares ni juego. Podemos explosionó su jugada, contó con la complicidad de Ferreras, habló de sillas, sillones y de personas y se refugió en su trinchera. Podemos, que hasta hace unos días anunciaba su no a Rajoy, hoy ya anuncia su no a un posible gobierno de Pedro Sánchez apoyado por Albert Rivera. Un no a un gobierno de cambio, progresista, limpio y de regeneración democrática. Un gobierno con todos los ingredientes deseables para Podemos excepto aquel que quiere estar en todas las salsas, el de Pablo Iglesias.

La realidad es que si Pedro Sánchez va de cabeza a la investidura casi de manera irremisible. Por méritos y por galones de su partido seguramente, por la historia de la responsabilidad, pero también por la escandalosa incomparencencia del PP y de Rajoy. Y en ese momento, habrá tres bloques.

Los que se pondrán de acuerdo, o al menos querrán hablar entre sí: PSOE, Ciudadanos o Izquierda Unida.

Los que bloquearán todo lo que no signifique contar con ellos: PP y Podemos.

Los que nadie quiere ahora mismo como compañeros de viaje: nacionalistas.

Con este escenario llegar a un acuerdo es algo complejo y a priori imposible. Ahora bien, si el PSOE llegara a un acuerdo de gobierno ilusionante, reformista y progresista, con medidas concretas, en un debate de investidura y tanto PP como Podemos votaran dos veces en contra, y nos viéramos abocados a unas nuevas elecciones, el daño estaría hecho. Y quizás, entonces, los encantamientos del asalto a los cielos terminarán evidenciando que todo fue un mal sueño, que solo querían un sorpasso, que solo querían sillones, que solicitaban ministerios poco sociales y que solo les vale la destrucción del PSOE para llegar al poder, o dicho de otra forma, egoísmo partidista previo desencanto de sus propios votantes, a quienes hoy por hoy están engañando.