Campamentos, recortes y educación no formal
Son tiempos complicados. Nadie lo duda. No hay que recurrir a eufemismos. Pero no perdamos de vista que para cientos, para miles de niños y de jóvenes esta época del año son tiempos de renovada ilusión. Terminan el curso académico y muchos inician y otros tantos continúan con una experiencia educativa inolvidable: los campamentos de verano.
No serán pocos quienes terminen guardando esos quince días en su macuto de ilusiones para toda la vida. Habrá algunos, es cierto, los menos, a los que no les gustará vivir tantos días fuera de su entorno, pero quizás vuelvan otro año y entonces será diferente, seguro. Como diferente es este año para los padres y para las madres que deben atender a las peticiones de sus hijos.
Son tiempos de crisis donde existen recortes injustos. Tiempos de crisis donde, también, en mesas camilla por necesidad, por precaución o por prevención se practican recortes y ajustes domésticos.
Vivimos tiempos donde la resta y la división en las calculadoras son la tónica dominante. Restamos dinero, pero dividimos el futuro. Es ahora un momento del año en el que muchos, en esas mesas camilla, se encuentran sumando, y restando, restando y sumando. Sin darse cuenta de que en muchos casos se termina dividiendo.
Porque aplicar en casa a un niño o a una niña un recorte doméstico de verano, como puede ser privarle de asistir a un campamento puede equivaler a que estemos no ya coartando su ocio, sino no atendiendo a una parte muy importante de su crecimiento personal.
Porque un campamento de verano es una actividad de ocio y tiempo libre, sustentada en valores, encuadrada en unos criterios educativos en el ámbito de la educación no formal, y supervisada por personal capacitado, monitores y directores de ocio, que buscan la sonrisa y el enriquecimiento en los niños y en las niñas que tienen a su cargo.
Ahora que las actividades de ocio y tiempo libre empiezan a multiplicarse de cara al verano, ahora que chicos y chicas llegan a casa con la información de campamentos, sean de diez o de quince días, sean en Gata, en la Vera, en el Ambroz o en Hurdes… ahora es importante plantearse qué queremos hacer por el futuro, qué significan unos días de autonomía, de independencia, de convivencia. Qué implica conocer a muchos como tú o qué supone posibilitar a chicos y chicas a partir de siete años una experiencia que jamás olvidarán.
Ahora que nos imponen cómo ha de ser nuestro futuro, y el de nuestros niños y el de nuestros jóvenes, en muchas mesas camilla podemos empezar a modificar eso. A pensar en que a través de la educación no formal, a través de un campamento de verano la infancia y la juventud empezó a ser poco a poco autónoma, responsable y solidaria.
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