jueves, 30 de diciembre de 2010

Andrea y los pájaros

Este cuento ha sido escrito con motivo de una exposición preparada por Pablo Pámpano Vaca. Se encuentra expuesta en el Centro Joven Ágora, de Cáceres, hasta el próximo 10 de enero

Andrea encontró un peluche con forma de letra en sus primeros reyes. Se despertó por la mañana. El vaso de leche estaba a la mitad y de los dulces no había ni rastro. Su peluche, su letra, la inicial de su nombre, una A grande para ella pero pequeña para un adulto, era desde entonces su compañera de sueños. Su peluche era Letra, porque ella se llamaba Andrea. Si ella hubiera tenido otro nombre, Letra se llamaría Andrea.

Andrea ya tiene dos años y Letra sigue durmiendo con ella. Sus ojos se cierran, cansados, pero su sonrisa no se borra mientras ella duerme. Sabe que Letra es buena compañía. Desde que duerme abrazada a su peluche, sueña y viaja, sueña y anda, sueña y corre.

Andrea ya tiene dos años y quiere un agaporni. A ella le gusta el agaporni. Sus padres piensan que es porque vio a ese pájaro parecido a un canario en casa de su amiga María. Tenía una jaula grande donde se movía a las mil maravillas. Pero Andrea conoce a los agapornis hace mucho. El pájaro, ese que quiere que sea su nueva mascota, es como el que se le aparece por las noches en su habitación. La sonrisa tiene colores brillantes, tiene el verde de la primavera y el amarillo salvaje de las hojas del otoño rabioso que caen al compás del viento. La sonrisa tiene el azul del cielo limpio y el brillo del sol que castiga en verano. Su agaporni es su secreto y su Letra es su confidente.

Andrea encontró todo como lo habían colocado sus padres cuando se levantó el día siguiente. No podía creerse que todo estuviera igual. Sonrisa, que así llamaba al pájaro de sus sueños, no estaba. El pájaro se llamaba Sonrisa, porque ella se llamaba Andrea. Si ella hubiera tenido otro nombre, Sonrisa se llamaría Andrea. La ventana seguía igual de cerrada que la noche anterior, aunque en su sueño, en su historia, por la noche hubiera sido de día. Había visto a Sonrisa entrar. Nunca antes había sucedido. Desde entonces, desde que sabe que después de dormir abrazada a su peluche, desde que Sonrisa revolotea y protege su habitación, Andrea sueña y viaja, sueña y anda, sueña y corre.

Andrea encontró un nuevo agaporni en casa de su amiga María. Ahora tenía dos. El nuevo agaporni tiene el color verde de la primera, y el amarillo de las hojas, y el azul del cielo. El brillo del sol está en los ojos de Andrea. Sonrisa le guiña un ojo. Sabe que sus padres no la creerán. Por eso es un secreto.

Andrea ya tiene dos años. Y cuando se tienen dos años Letra puede ser tu mejor amiga, y Sonrisa el mejor de tus sueños. Pero lo más importante es saber que Sonrisa un día puede que vuele a hacer feliz a otra Andrea, y que Letra termine desgastada.

Andrea encontrará en María a su mejor amiga. Serán amigas para siempre, porque el agaporni es el pájaro del amor. Así lo decían los griegos, que eran muy sabios.
Andrea ya no tiene dos años. Andrea distingue el sonido de muchos pájaros. Andrea sabe que quizás algún día vuelva a tener un agaporni y que encontrará otra letra. Pero de lo que todos estamos seguros es de que nunca perderá esa sonrisa

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