RAE y Lenguaje no sexista
Lleva unos días mucha gente cargando sus tintas contra la RAE al hilo de un informe escrupulosamente redactado por Ignacio Bosque y que ha tenido el acuerdo unánime de quienes asistieron al pleno en el que se debatió.
Más allá de otras consideraciones, el fondo no es otro que el de situar a la RAE en el lugar en el que debe estar desde el punto de vista lingüístico. Sería injustificable que los clubes de fútbol, los árbitros o los jugadores recurrieran a la justicia ordinaria cuando hay unas reglas de juego y unos órganos creados ad hoc para dirimir conflictos. En cuestiones sociológicas, no resultaría lógico reducir a la mínima expresión las encuestas del CIS y otorgar credibilidad a otro tipo de estudios. Y así en multitud de ámbitos.
Lo que ha sucedido con el informe de Ignacio Bosque -a quien creo que habría que reivindicar por sus fundamentales aportaciones a nuestra lengua- ha sido un choque de trenes que circulan por diferentes vías aunque parezca que lo hacen por la misma.
Porque quienes abogan por plantear que la igualdad requiere de una radicalidad en los usos y formas del lenguaje no deben obviar que de facto lo que están promoviendo es una alteración normativa, abrupta y aplicable a todos, que de aceptarse no está sujeta a criterios lingüísticos y sí a una sensibilidad social que por otra parte debe ser entendida, comprendida y respetada.
Parafraseando el título de la película de Gómez Pereira, por qué lo llaman lengua cuando quieren decir igualdad, creo que no nos pondremos de acuerdo si no partimos de la evidente consideración previa de que nos referimos a cuestiones diferentes.
En este punto no sé si la promoción de la igualdad a través del cambio de las formas de nuestra lengua, a costa de aberraciones lingüísticas y de ir contra la economía del lenguaje o contra el género no marcado, logrará sus objetivos. Quizás dulcificará los oídos pero mantendrá las actitudes, eso sí, a costa de renunciar a la educación y a la norma lingüística.
Creo que ese choque de trenes debe entenderse, debe conciliar posturas, debe ceder, que no exceder en algunos de sus planteamientos, pero no a costa de debates estériles o de que paguemos un precio excesivamente alto.
En estos tiempos en los que muchos jóvenes se manifiestan porque su educación siga siendo pública, gratuita (o con un sistema de becas justo y equitativo) y de calidad es contradictorio que buena parte de quien apoya esto abogue por una alteración de nuestra lengua basada en cuestiones ajenas a la propia lengua.
La igualdad es algo fundamental. Tanto que es tan necesaria en lengua como en matemáticas, y no por eso cambiamos el género de los números de masculino a femenino (aunque las agencias de calificación o la prima de riesgo sean femeninas). Pero la igualdad no debe lograrse a costa de renunciar a que la educación de nuestra lengua, hablada por 400millones de personas, se altere con contradicciones que en ocasiones rozan lo absurdo.
La RAE quizá debería ser más inteligente y moderna en su proceder y a la vez que se reivindica, porque así ha de ser, como la institución que debe velar por la integridad de la lengua, debe proponer acciones que fomenten la igualdad. Así, podrían establecerse acciones tales como una biblioteca de escritoras, un corpus documental de la igualdad/desigualdad a través de la historia de nuestra lengua...
La igualdad precisa de actitudes valientes y puedo llegar a entender a quienes reivindiquen que en nuestra democracia no hay mayor valentía que la del uso de la palabra, pero también estarán de acuerdo conmigo que detrás de muchas palabras y discursos grandilocuentes, que duran casi el doble porque hay que duplicar el género, nos encontramos con las mismas actitudes machistas y con unas palabras que se las termina llevando el viento. No pongo en duda, ni mucho menos, la igualdad, faltaría más. Justamente por eso.
Dicho esto, no he querido entrar en quienes colocan arrobas por doquier, aunque eso es otro epígrafe y otro tren: el de ser políticamente correcto. Un tren que, consultada mi conciencia, creo que no debo coger.
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