Sobre estudios varios (lectura, lectura y lectura) y la ignorancia supina

Entre la foto aquella que ha removido cielo y tierra y que ahora todos quieren abanderar y a lo que me referiré ahora dista bastante, sobre todo desde lo mediático, pero para mí, e intentaré hacerlo ver es mucho más peligroso.

Así, ante el montaje bloggero de un concejal de pueblo -catalán, pero de pueblo- y en medio de temas que son sensibles mediáticamente se monta un cirio muy curioso. Como además el asunto en cuestión alude a otro no menos polémico -el de las balanzas fiscales- y sobre el que en Extremadura todos los tenemos claro (partidos con representación parlamentaria y el resto) pues miel sobre hojuelas para todos. Vitupera que algo queda o a ver quién sale diciendo la salida de pata de banco más grande que aparentemente contrarreste lo del más que probable charnego de turno. Es cierto que entre los mensajes solidarios se echa en falta alguno que otro, como el de precisamente algún charnego del que ya nos advirtió alguien que las ve venir más que nosotros que sería extremeño, o no, a final de la legislatura. Por sus obras le conoceréis, vino a decir.

Dicho esto, y como también tiene algo que ver, enlazaré el siguiente asunto, o los siguientes, pues pueden ser varios, con el hambre devoranoticias que los medios de comunicación tienen en esta época del año. Una época en la que la muerte de Sofía, la de las chicas de oro o la del curioso estudio sobre la relación entre productividad y fecha de nacimiento copan titulares en prensa, radios y medios digitales varios.

Es justo un estudio propicio para llenar portadas en esta época del año el que me llena de profunda indignación. El que hoy ha presentado la Federación de Gremios de Editores de España y que según sus datos sitúa a Extremadura a la cola de la lectura en España. Una vez más salimos en un estudio los últimos. Pero, claro está, uno, como sería el deseo de quien se encuentra preocupado por el avance de su comunidad y de la cultura, no puede profundizar más en ese estudio. La web de la Federación de Editores no recoge más que la nota de prensa enviada a los medios. No podemos contrastar, ni ver la muestra ni tampoco interpretar datos para buscar elementos positivos. Y ahí es donde radica el problema. Porque elementos positivos en la lectura en Extremadura existen, y muchos. Pocas políticas regionales han alcanzado cotas tan elevadas como las cosechadas a nivel nacional por el Plan Extremeño de la Lectura.

Hemos sido la primera comunidad autónoma en poner en marcha un Observatorio del Libro - que debería, creo, contrarrestar permanentemente este tipo de estudios -; hemos deslumbrado con nuestro Pacto por la Lectura, con la organización del Congreso Nacional de Lectura y con programas como las Recetas de Lectura, por no citar la política bibliotecaria o la permanente buena salud -afortunadamente, nuestro querido Álvaro Valverde mediante- de la Editora Regional

Sin embargo, manteniendo las estadísticas globales es lógico que sigamos siendo la última comunidad autónoma en índice de lectura. Pero deberé mantener, porque algo intuyo, una seria duda razonable si pudieran ajustarse los datos y cribarse por edades. Si ajustáramos el estudio a una muestra entre 14 y 48 años, ¿qué saldría? ¿Estaría nuestra región por encima de alguna región o seguiría igual? Me atrevo a decir que estaría en la media o por encima de ella. Porque en el momento en que hemos jugado, con nuestra constitución en la mano, con las mismas cartas que los demás, hemos demostrado que podemos igualar y mejorar cualquier índice.

Difícil es, por tanto, que lean, quienes por cuestiones de edad en otras épocas demasiado tenían con (sobre)vivir. Otra cuestión es si sería más o menos conveniente hacer grandes programas de lectura fácil o de letra grande para nuestros mayores, primero para devolver la diginidad y hacer justicia social individualmente y después para no caer más en índices que equivocan, una vez más, la realidad actual

nota: dentro de unos días es probable que aparezcan otros índices de, por ejemplo, la sgae. se trata de índices que están sustentados en criterios de consumo puro y duro y que no atienden a la difusión gratuita de la cultura, tal y como sucede en muchas ciudades y pueblos extremeños