lunes, 26 de octubre de 2009

Sabino

Evidentemente, no conocía a la persona. Algo al personaje. Viendo a quienes le han acompañado en su funeral ve el consenso que generó su persona. Consenso, respeto, admiración. Dicen que fue clave. Sus silencios, esos que se lleva, son esos que quedan a la imaginación y elucubraciones. Esos que si fueran puestos negro sobre blanco serían noticias y titulares, pero darían que hablar.

Recuerdo que no había llegado a los veinte años cuando en Llerena,en una mesa redonda, me pusieron en un aprieto. Salí como pude. Juan Carlos Escudero, entonces secretario técnico del Plan de Drogas, toreó mejor al público asistente. Dijo algo así como que en nuestra democracia, por muy libre que sea, no podemos decir todo lo que pensamos o lo que sabemos.

Salvando las diferencias, y acordándome de aquello, ciertamente fue eso lo que hizo admirable la figura de Fernández Campo. En román paladino y dicho de otra forma: cómo en un país donde los comentarios y chismorreos están a la orden del día, el admirado es el que guarda celosamente el secreto y el que prudentemente calla. Dicen que gracias a eso su tumbaron intentonas e intromisiones en nuestra democracia. Fue importante. Descanse en paz

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