jueves, 4 de marzo de 2010

Cultura "taurina" como arma arrojadiza y patrimonio madrileño: Madrid is not Spain



En pleno debate catalán sobre la prohibición o no de las corridas de toros, Esperanza Aguirre entra a matar y da un estoque político que coge con el pie cambiado a los maletillas catalanes. Declara los toros como Bien de Interés Cultural. Se introduce, pues, en el coso del debate político con una oportunista declaración. Ya que no lo consiguió con su propuesta de gobierno de concentración va a la carga con este uso partidista de una declaración que tiene sus lagunas.

Para empezar, porque según la ley de patrimonio de la Comunidad de Madrid, se considera bien de interés cultural en la categoría de "hecho cultural" aquellas actividades tradicionales que contengan especiales elementos constitutivos del patrimonio etnológico de la Comunidad de Madrid.

Para seguir porque el proceso de declaración de bien de interés cultural no es precisamente inmediato. Requiere de un procedimiento y de una documentación.

En el primero de los casos, las dudas son similares a aquellas que surgieron cuando Andalucía quiso por su cuenta y riesgo proteger el flamenco o cuando quiso blindarse el Guadalquivir o Castilla y León el Duero. Chocaron con otros intereses, en esos casos con el extremeño. Porque el mundo del toro, guste más o menos, es bien de interés cultural de carácter nacional de facto desde el momento en que las medallas de bellas artes tienen entre sus premiados a toreros o a ganaderos. Porque los toros no son patrimonio de Madrid. En Extremadura la ley de patrimonio contempla los Bienes de Interés Cultural inmateriales. Ahí se encuentra A Fala, el habla singular de Eljas, Valverde y San Martín.

En el segundo de los casos, habría que preguntar sobre el expediente de incoación del BIC, cuánto ha tardado, quién lo inició, qué procedimientos ha seguido, qué documentación contiene, si cabe recursos a la declaración...

Porque con las manifestaciones culturales de todos no cabe enarbolar la bandera de la exclusividad. Porque ya está bien que Madrid ejerza el centralismo cultural que ya no tiene y porque ya estamos el resto de territorios -autonomías y municipios- de España para decidir si los toros forman parte de nuestras actividades cotidianas y de nuestras fiestas.

Lo que nunca podrá eliminarse es el derecho a abrir el debate sobre la continuidad o no de determinadas manifestaciones dentro de las competencias de cada territorio. Significativa ha sido la comparecencia en catalán del apoderado de José Tomás. Podrán ser más o menos acertadas las decisiones que se terminan tomando, pero no cabe demagogia política cuando en el otro extremo de España, en las Canarias, los toros llevan prohibidos más de veinte años. Lo que no se puede es, con la cultura como bandera, querer alimentar el discurso anticatalanista como ha hecho Esperanza Aguirre.

Pero se prohíba o no en Cataluña, la fiesta de los toros será considerada para muchos un arte y un emblema nacional. Y para otros, una afrenta dura contra la vida de un animal. Y el debate, territorios aparte, siempre estará en la calle

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