jueves, 17 de marzo de 2011

¿Japón nos duele más?

Estamos en una sociedad indolente, un mundo de prisas, un día a día donde primero pensamos en nosotros, luego en nosotros y después un poco en nosotros. Haití nos ablanda, Libia nos indigna y Japón nos conmueve.

Haití nos ablanda igual que cualquier catástrofe tercermundista puede hacerlo. Igual que cualquier conflicto olvidado, cuyo relato es casi que pérdida de tiempo para quien lea esto y más una ofensa para quien lo padece.Muchos conflictos olvidados. Tanto que nos ablandan esa coraza unos días, semanas tal vez. De vez en cuando hay quien toca nuestra fibra, pero realmente eso que se llama orden mundial permanecerá siempre impasible porque en ese mismo orden mundial no hay lugar para que lo que hoy nos ablande mañana nos indigne.

Porque nos indignan imágenes como la de Gadafi, o la de la actitud del impronunciable, por apellido y por política, presidente iraní, o la prepotencia de Chávez. Pero nos indignan porque hay quien hace que nos indignemos. Una vez más, hay lugares y regímenes por los que siempre deberíamos indignarnos, pero son contadas personas las que están siempre indignadas. A los demás nos mueven, pero no nos conmueven.

Nos conmueve lo de Japón porque pensamos que mañana podemos ser nosotros. Porque aunque nos ablande lo de Haití sabemos que el privilegio de haber nacido donde lo hemos hecho, pese a no haberlo elegido, nos hace ser portadores de un documento de identidad mundial por el que somos espectadores de lo que sucede allá abajo (aunque ese allá abajo, a veces, sea justo debajo de nuestras casas)

Porque aunque nos indigne lo de Libia sabemos que nuestro documento de identidad mundial hace que ese sistema imperfecto del que nos dotamos, imperfecto pero lo suficientemente racional como para que haya un minimo cumplimiento de los derechos humanos, eso que se llama democracia, hace que al final seamos inmunes y que no pasemos de indignarnos.

Por eso, que haya pasado lo que ha pasado, y que sigue ocurriendo, en un lugar como Japón, con su índice nikkei que marca el ritmo de la bolsa, hace que nos conmovamos. Los mayores japoneses, resignados, seguro que tienen en sus retinas aquello de Hirosima y Nagasaki. Nosotros, que podemos tener idealizado el modus vivendi japonés, nos conmovemos porque si una sociedad tan avanzada y un país tan próspero, ha pasado de la noche a la mañana a esa situación, nuestra superficialidad hace que pensemos en que nos podrá tocar a nosotros. Por eso por Japón nos conmovemos.

Lo de Japón nos ha conmovido. Porque son unos de los nuestros, y porque al final nuestra democracia, nuestro orden mundial, no se diferencia tanto de las castas indias. Porque ahora no nos hemos ablandado, ni nos hemos indignado; sencillamente nos hemos conmovido.