viernes, 16 de diciembre de 2016

Restos arqueológicos en la Ribera del Marco

Llevo dos días preocupado desde que me enteré de la destrucción indolente de unos restos arqueológicos, presumiblemente romanos. El informe final, y la excavación requerida por parte de la Junta de Extremadura, en coherente aplicación de la Ley 2/1999 de Patrimonio Cultural de Extremadura, y en consecuente desarrollo de nuestro planeamiento urbanístico y patrimonial, seguramente arroje más luz sobre el asunto. Y también, probablemente, de ahí mi preocupación, aportará sombras ya irrecuperables a nuestra historia.

Lejos de señalar con el dedo a culpables concretos, que haberlos haylos, habría que intentar organizar la ceremonia coral y compartida de responsabilidades. Porque si bien en esta ocasión ha trascendido la aparición de estos restos, en una zona de especial sensibilidad arqueológica, ¿en cuántas ocasiones anteriores se ha podido sortear su aparición, ocultándolos, o incluso, en la inercia constructiva e ignorantona ni siquiera se ha podido evidenciar su existencia porque se han destruido sin más?

Somos una ciudad que vive de su patrimonio, pero no solo del de la ciudad monumental. Y somos una ciudad que necesita construir todavía su relato histórico más allá del hito conmemorativo de la Ciudad Patrimonio de la Humanidad.

Existen elementos patrimoniales de primer orden que están en espacios periféricos que no son tratados como se merecen. Seguimos considerando que nos basta y sobra con una ciudad monumental que, rodajes mediante, afortunadamente hay quien empieza a dejar de ver como un escenario de cartón piedra.

No bastan esfuerzos institucionales puntuales ni tampoco aplicar la legislación cuando no queda más remedio. Son necesarios otros elementos intangibles, actitudinales, valores más allá de una cuenta de resultados empresarial o de ordenanzas y disposiciones legales, que obviamente hay que cumplir, conocer y respetar.

Tenemos que cambiar nuestra percepción de la ciudad y construir su relato histórico más fidedigno posible. Hay que asumir que el deterioro es sonrojante pero que puede quedar margen para la ilusión. El que debe proporcionarnos, por una parte, la educación y la pedagogía, y por otra la necesidad esencial de que determinadas zonas de la ciudad, léase Ribera del Marco, Cueva de Maltravieso, Poblado Minero, Cáceres el Viejo o El Conejar, no pueden seguir de espaldas a nuestro conocimiento y aprecio. Solo así, cuando vuelvan a aparecer unos restos arqueológicos, muchos no aludirán a la incomodidad y a la indiferencia que ahora parece que sucede.