jueves, 27 de octubre de 2011

La cultura que quiero y que no quiero en Cáceres

Quiero la cultura que revitaliza el Embarcadero y que programan Lemon y Coco; quiero lugares que se arriesguen como Parrapolis; quiero grupos que anuncian nuevos discos, como Carnica Sound; quiero exposiciones en la Casa sin fin...y que no terminen; quiero tiendas como las de Sergio Sánchez o la calle Pizarro, que dinamizan la llegada a intramuros; quiero festivales que no necesiten a lo público, porque lo público ya no está para eso salvo excepciones, y esos festivales, y sus organizadores, muestran así la amplitud de miras; quiero exposiciones como la de Juan Rosco, que también se anuncia en el Embarcadero y que también promueven Lemon y Coco; quiero acciones como las del Habana Espacio Libre, lugar alternativo, quiero periódicos como Avuelapluma, quiero nuevas iniciativas como el Gran Café, quiero que se siga exponiendo la Madrila Alta, y que Diego, Luis o David programen en Boogaloo, en el Corral o el Barrocco, quiero librerías que innoven, quiero que sigan las propuestas culturales que desde lo privado se hacen o quiero propuestas como La Exposición Expandida o Arte Actual Extremadura, desde Cáceres a la Red.

No quiero que se confunda el tocino con la velocidad, no quiero sensacionalismos, no quiero dobles lecturas, no quiero que anualmente conozcan mi ciudad con exposiciones a personajes como ayer Belén Esteban y hoy la Duquesa de Alba. No quiero que nadie piense que esta es la cultura de mi ciudad, ni siquiera que piense que esto es cultura.

domingo, 23 de octubre de 2011

Jóvenes, ídolos, ejemplos y Emma Watson

Emma Watson es una de las protagonistas de Harry Potter. Una serie de películas, consecuencia a su vez de una serie de libros que adolescentes y jóvenes se saben al pie de la letra. Doy fe de ello. Como quiera que las diferentes secuelas han finalizado, pues los protagonistas deben empezar casi de cero. Cuentan con la ventaja de que son mundialmente conocidos, y con el aval de que sus cuentas corrientes están bien engordadas. Quizás tengan el problema de que, como les pasó a los protagonistas de Verano Azul, se les haya encasillado demasiado en sus personajes. Pero bueno, no es el asunto.

El asunto es que Emma Watson, entiendo que un referente para los adolescentes y los jóvenes, ha decidido que su manera de reiniciar su vida es volviendo a la universidad. Ha dejado de lado su carrera en el mundo del cine, seguro que prometedora, para dedicarse a pensar en su futuro.

No sé cuántos de esa abrumadora mayoría de jóvenes que han seguido Harry Potter conocen esta noticia, porque evidentemente no ha tenido más repercusión de la del relleno en los medios. De esos que puedan saberlo, ignoro por completo qué les ha sugerido la decisión. Pero sería importante pregonarlo y saberlo. Sobre todo porque estamos lamentablemente acostumbrados a que los adolescentes y jóvenes tengan unos ídolos mitificados, que se convierten en virtuales compañeros de muchas cosas y con quienes se identifican hasta la exasperación.

Unos ídolos cuyos hábitos y expectativas de futuro para nada suelen corresponderse con un ejemplo adecuado para adolescentes y jóvenes en formación y en aprendizaje, no ya de estudios, sino instruyéndose para sus vidas.

La pena es que el mundo seguirá funcionando mañana de la misma forma. Y los ídolos serán aquellos que eran ayer, y el proyecto de vida de muchos adolescentes y jóvenes será el del éxito fácil, el del mínimo esfuerzo y el de anteponer el tener frente al ser.

Y después, cuando sean mayores, no pensarán en estos referentes que tenían. Les bastará con ver a la hija de Belén Esteban en la tele, que se habrá hecho mayor y le habrá dejado su madre su sitio calentito.

jueves, 20 de octubre de 2011

#agurETA #adiosETA Lo que yo recordaré de ETA

Recordaré mucha gente llorando por sus víctimas. Gente inocente, concejales, guardias civiles, empresarios, fiscales, jueces, niños, mayores, personas anónimas, mujeres, emigrantes de aquí que se fueron allá. Familias rotas. La entereza de sus familias. Recuerdo muchos nombres, porque la televisión los daba, foto mediante, biografía siempre presente. Recuerdo muchos libros que tengo en casa. Recuerdo películas, algunas hechas libros, algunos libros hechos película.

Recuerdo que estaba en un hotel de Mérida cuando rompió la tregua del 98. Recuerdo aquella publicidad intolerante del Pacto de Lizarra. Recuerdo un enorme lazo azul en Descargamaría por el secuestro que inició el espíritu de Ermua en pleno mes de julio. Recuerdo haber conocido Bilbao en la tregua de 2006. Recuerdo haber estado con muchos jóvenes cuando los principales partidos políticos presentaron el Pacto por las Libertades y contra el terrorismo.

A partir de ahora recordaré cómo se asfixió a ETA, cómo se descabezó a los últimos jefes de la banda terrorista, cómo la cooperación internacional fue decisiva, cómo se abre para el País Vasco y en toda España un momento de esperanza y de absoluta normalidad. También, es cierto, cómo las víctimas del terrorismo hubieran esperado que el fin fuera antes.

Personalmente estoy orgulloso de ser demócrata, de estar comprometido con la sociedad, de haber vivido este día. Pero sobre todo, todos debemos estar orgullosos de quienes desde el empeño de sus responsabilidades han hecho todo esto posible, especialmente a quienes se han jugado el tipo más que otros.

Una vez más, quedará mucha gente en el recuerdo. Todas esas víctimas, todas sus familias. Toda esa gente que siempre alentará que lo que ha costado la paz

Blackberry adultescente

Sería demasiado obvio que en el momento de lanzar alguna idea sobre los comportamientos de los jóvenes de hoy día hablara del Tuenti. Sería apostar a caballo ganador. Eduardo Verdú acuñó en un libro, hace ya una década, el término adultescente. Es el adjetivo que se me ha venido a la cabeza para intentar abarcar el uso que desde los quince años actualmente se da a un dispositivo como las blackberrys. Por supuesto, no las llames así si estás delante de un chaval de quince o veinte años. Habla de bb y si tienes una estás tardando en pasarle el pin, y si hablas y no te contesta haces un ping.

Un modelo concreto se ha extendido como la pólvora. A cualquiera que le interese un smartphone lo que le interesa es, entre otras cosas, que la navegación sea lo más rápida posible. Es difícil, por tanto, encontrarse con un móvil que no tenga tecnología 3G. A no ser, claro está, que sus potenciales usuarios sean adultescentes sin recursos, pero con muchos más que los que teníamos con su edad, y que basan su modus vivendi no ya en la navegación en internet, ni tampoco en el envío de correos, sino en aplicaciones de envíos de mensajes gratuitos que lo que realmente les ahorra es dinero, mucho dinero.

Se ha establecido, pues, una curiosa forma de relacionarse a través de una herramienta que para nada fue pensada para jóvenes. Unas relaciones humanas menos humanas pero quizás más relaciones, seguro que defendidas a ultranza, por la frecuencia con la que se mantiene el contacto. Un espacio donde poder hablar con uno o con varios, donde poder intercambiar fotografías o vídeos.

El siguiente paso es darle normalidad a esto, y generar herramientas y usos que se extiendan más allá del ocio o del hecho de hablar por hablar. La pelota está en el tejado de quienes diseñan aplicaciones, de quienes las usan, de quienes educan, de quienes hacen posible que un chaval de esa edad tenga el móvil que tiene... Si no se da ese paso necesario, posiblemente hayamos perdido una oportunidad para incrementar y fortalecer relaciones y para aliarse en un mundo de posibilidades que quienes mejor lo entienden son los jóvenes. Tiempo al tiempo

Bonus 1: háblame que me aburro (conversación de mañana de dos adolescentes de quince años a través de tuenti usando su blackberry. Por supuesto, estaban en clase)

viernes, 14 de octubre de 2011

Argentina. Escuela de Gobierno


La última parada fue Argentina. Cruzas el charco. Casi que no te enteras salvo por la duración del viaje. Te plantas en una ciudad de fisonomía muy europea, pero que a poco que hurgas en ella aparece la vida del porteño, el carácter amable de sus gentes, la diferencia entre nuestro continente y una vida más pausada, quizás a cuenta del mate.

Anduvimos viendo proyectos de la administración central argentina, en el empeño del gobierno argentino por modernizar sus instituciones. Estuve con los integrantes de la Escuela Nacional de Gobierno, un proyecto entusiasta, comandada por Sebastián Lorenzo, y que tiene a una plantilla muy joven de personas preparadas y dispuestas a patearse un país tan extenso y tan inabarcable como el argentino. Una institución que apuesta por la capacitación de responsables públicos a través de fórmulas nada convencionales, alejadas de la burocracia tradicional y que pivotan en el gobierno abierto. No es casualidad, por tanto, que Sebas Lorenzo, junto con el amigo César Calderón sean los coordinadores de un libro sobre esta temática.

Más allá de eso, tuve oportunidad de ver zonas claves de Buenos Aires. Caminito, el barrio de La Boca, con la Bombonera, con la humildad hecha colores; Microcentro, donde la vorágine administrativa te hace ser un anónimo visitante de una ciudad reconocible en sus cuadras; Puerto Madero, zona de expansión de una ciudad que muy cerca de allí sigue necesitando de guiños para su desarrollo o la Avenida Corrientes, el espacio donde la memoria y la cultura se dan la mano y donde siempre, como decía Lorca, saldrás con media barra de pan y al menos un libro.

Ahora en Argentina hay elecciones. Dentro de apenas diez días. La victoria de Cristina Fernández de Kirchner es incuestionable. Más allá de eso, siempre estará la necesaria autoestima de la que siempre tiene que hacer gala un pueblo. La bonhomía de sus gentes. La hospitalidad.

Siempre uno podrá escuchar a Sabina, a Calamaro, a Rodrigo o a quienes musiquen Argentina. Porque, también lo aprendí estos días, la música bien entendida tiene mucho significado. Quien sabe verlo, no es mi caso, tiene un don. Porque quien musica sus pensamientos siempre, como los poetas que están esparcidos por Corrientes, quiere decir algo más de lo que dice. Y ahí debe estar el oído o la vista para descubrirlo.

Volvamos a la realidad, habiendo aprendido cosas nuevas