domingo, 30 de septiembre de 2012

Participación, silencios y Don Quijote

Justificar la mayoría silenciosa cada cuatro años resulta a todas luces absurdo. Lógico, por tanto, que un alegato tan desproporcionado se haga fuera de España. El riesgo de recibir preguntas incómodas no hace sino acrecentar el divorcio entre quien tiene encomendadas las riendas de España, sus votantes (aunque cada vez menos) y el resto de los españoles. Si la teoría de la mayoría silenciosa fuera cierta podría extenderse también a aquellos procesos electorales donde, como el último, hay una mayoría absoluta tan nítida que los abstencionistas no hacen otra cosa que quedarse en casa sabiendo lo que va a pasar y apoyando el resultado.

Obviar la realidad, lo que está pasando, no solo es complicado para quien lo practica sino que resulta pernicioso para nuestros intereses colectivos. Porque el fondo de esta desafección es una fuerte demanda por un cambio en la participación, amén, claro está, de una situación realmente delicada para millones de personas.

Habrá quienes piensen que las movilizaciones de todos estos días no sirven de nada, y que ofrecen una imagen negativa de España. Lo que está sucediendo, y seguirá pasando hasta que no haya una rectificación, vía ejecutiva o vía urnas, es el reflejo de nuestra historia. Y no hay mejor ejemplo para ilustrar eso que la figura del Quijote.

La desesperación de muchos, la búsqueda de unos ideales perdidos, la necesidad de tener al lado muchos escuderos que ayuden a desfacer entuertos, el altruismo de la reivindicación pacífica sin pretender nada más que la simple demanda, la ilusión por cambiar un destino que parece escrito, el pulso por imaginar una historia diferente...todo este esfuerzo dará sus frutos esperemos que más pronto que tarde.

Pero para eso hay que apuntar a los verdaderos gigantes. No hay que errar la crítica, aunque sea complicado. Mientras escribo este post suena "Agradecido", de Rosendo. Como agradecido hay que estar a todos los que durante estas décadas de democracia (y las décadas anteriores) han procurado luchar por unos derechos para todos.

Sigamos peleando por lo que constitucional, digna y moralmente nos pertenece como ciudadanos. Y sobre todo que continúen los Quijotes, esos que serán recordados, mientras caen en el olvido los de los viernes, los de las decisiones irreales, esos Académicos de Argamsilla.


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