miércoles, 14 de enero de 2009

Perdedores que nunca pierden

Se refería Joaquín Almunia en su libro a la capacidad que existe en ocasiones por parte de algunos políticos a no considerar que democráticamente han perdido unas elecciones. Es ese síndrome de valoraciones ambiguas que suele darse la misma noche de los comicios donde uno no sabe si el que habla es el que numéricamente pierde o si se despide con un adiós a lo Rajoy para decirnos un hasta luego. Como quiera que recientemente no ha habido lugar a valorar noches donde algunos lloran y otros se despiden, como la pasada noche del 27 de mayo en Extremadura, voy a intentar comparar esa reflexión con lo que ha sucedido entre el trío, político, formado por Javier Arenas, Magdalena Álvarez y Montserrat Nebrera.

El primero, porque como responsable de la política territorial del PP tenía un hueso con Montserrat Nebrera y además como responsable del PP en Andalucía ha sacado ese ramalazo regionalista (en otras regiones sería rotundamente nacionalista) que tanto le sirve para seguirse reivindicando.

La segunda porque a raíz de la polémica generada, absolutamente extemporánea y fuera de contexto con el tema en cuestión del caos en Barajas y otras críticas recurrentes, ha desviado la atención y ha empezado a llevar la iniciativa, algo que en espacio corto de estrategia política no solo le ha dado aire sino que le ha permitido controlar el tempo de la situación.

La tercera porque ha conseguido en parte lo que quería. Sentirse excluida de un proyecto del que ha sido apartada y del que se ha apartado en una plaza complicada como la catalana para los dirigentes del PP. Con declaraciones como la de Javier Arenas el camino le queda expedito para asumir el rol de víctima, de ultrajada por los suyos, lo que le dará un sello de calidad extra para en esa mediocridad política que hace que los ciudadanos terminen descaradamente con apatía, se marche a otro proyecto político más pronto que tarde.

Definitivamente nadie ha perdido, y si no al tiempo. Todos han pescado. Y aunque el trofeo sea pequeño siempre pensarán que es el más codiciado. O se lo harán pensar, aduladores mediante

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