jueves, 19 de enero de 2012

Duquesa de Alba. De Cabra Alta al Carpe Diem

No quiero valorar la visita de la Duquesa de Alba como parte de un hecho cultural. No. Pero tengo que aclarar algo en ese sentido. Mi máximo respeto a los artistas que año tras año participan en esta exposición, algunos con reticencias, pero participan, y mi desacuerdo con la búsqueda de notoriedad de su promotor, llamado a mayores responsabilidades, según los mentideros, que la de seguir promocionado gratuitamente a Belén Esteban o a la Duquesa de Alba. Mi mayor respeto, obviamente, al Carpe Diem, como espacio donde se ubican y programan actividades culturales.

Quienes hoy han acudido acompañando a la Duquesa de Alba han sido los representantes de la Diputación de Cáceres, del Ayuntamiento y de la Asamblea de Extremadura. Se han retratado para apenas una hora de visita y lo seguirán haciendo mañana. Lamentable. No ya porque detrás haya un juego ambiguo entre cultura, sociedad y popularidad. No. Sino porque la mentalidad de la Casa de Alba para con quienes menos tienen ha sido siempre la de no favorecer ni el desarrollo ni el empleo ni el reparto de la riqueza.

Habrá quien piense que este es un pensamiento antiguo, el de ricos y pobres, casi propio del feudalismo. No les remitiré a aquel programa de Salvados donde su hijo Cayetano se retrató, porque entonces la respuesta sería extremista en relación con la supuesta parcialidad de La Sexta.

Los responsables provinciales y regionales hoy presentes han perdido una oportunidad. Hubiera sido una ocasión para el municipalismo, o para que desde la Presidencia del Parlamento se culminara la semana que empezó con el minuto de silencio a un padre de la Constitución, para reivindicar la Carta Magna y la necesidad de igualdad para todos.

En fin, si los símbolos son importantes, aquí ha quedado uno de manifiesto. Hubo quienes quisieron para nuestra región que lo que estaba en manos de unos pocos pasara a mano de muchos. Y expropiaron Cabra Alta y Cabra Baja. Y hay quienes prefieren que todo siga en pocas manos por aquello de que la cabra tira al monte y en ese monte viven muy bien unos pocos.

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