Arte, educación y fanatismos varios
Esta semana ha habido fanatismos enterrados y otros resucitados. Se enterró el fanatismo de Manos Limpias, hasta que vuelvan a sorprendernos con su manera de proceder, encausando a personas o instituciones por motivos que solo ven ellos pero que a la luz de la opinión pública, de alguna opinión pública, es noticiable. Resucitó el fanatismo a causa del arte. En Arco y en Granada se han sucedido las reprobaciones a cuenta de una ofensa en lo religioso que en ocasiones roza lo absurdo. Vivimos en una sociedad ciertamente hipócrita que consiente la crítica mordaz y poner las vergüenzas al aire a la par que se rasga las vestiduras cuando la crítica se orienta hacia la creencia religiosa. Es recurrente que se consienta el ataque desmedido al político de turno, al deportista o al árbitro, al famosillo de sábado por la noche... De la misma manera que es hipócrita que ese mismo político se erija en ocasiones en adalidad de la libertad y de la moral cuando el destinatario de la crítica es la religión.
Tiene difícil solución todo esto, es cierto, pero alguna hay que arbitrar.
No podemos estar expuestos a poner cortapisas a manifestaciones artísticas o sociales a costa de mantener el status quo de quienes quieren perpetuarse en el tiempo.
No podemos pensar en que determinados fanatismos conllevan necesariamente violencia o expresiones más allá de lo civilizado.
No podemos consentir que el ventajismo político promueva a su vez el fanatismo y aquello de a río revuelto, ganancia de pescadores.
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