
Cursaba quinto de EGB cuando libro de Salvat en mano visité la sede de Adenex. Nos habían pedido un trabajo en grupo de la energía nuclear y solicité información. Me impactó aquello de que en caso de accidente nuclear el territorio situado a 80 kilómetros a la redonda corría grave peligro. Chernobil estaba en mis retinas de leche y seguro que mis pocos dientes de entonces castañetearon sin problemas.
Desde entonces hasta ahora han pasado mucho años, más de veinte calculo, y aquellas militantes consignas, muchas de ellas situadas en extremos utópicos, y visualizadas en manifestaciones derrotistas y en empeños electorales permanentemente derrotados, quedan en un hemisferio poco práctico de mi cerebro. En el otro extremo, está la visión neoliberal, aquella capaz de extraer energía sin tener en cuenta en ocasiones los riesgos humanos. El sensacionalismo frente al capitalismo radical. Mercedes Milá frente a cualquier suerte de economista exasperante.

En medio debe estar la virtud, y se concita mi postura, no sé si acertada o no, no sé si populista o muy sencilla, pero cada vez estoy más en contra de las posturas ñoñas y militantes de que la energía nuclear es el diablo y el monstruo de la energía, cuando es a la energía lo mismo que los aviones al transporte: el medio más seguro a la vez que en caso de catástrofe de mayor incidencia negativa. El reto ahora, si pensamos en Almaraz, es obtener la financiación que deseamos: que la mitad de los impuestos que genera la central queden en la región. 150 millones de euros.
También estoy en contra de la postura de que no hay alternativa posible a la energía nuclear: en cuanto a energías renovables nuestro entorno es envidiable, pero tardaremos tiempo en ver -si es que lo logramos- un cambio total en las fuentes de obtención de energía (proyectos hay muchos de energía solar y los habrá convenientemente de energía eólica). Otras fuentes, no de segunda generación precisamente, pero sí generadoras de riqueza y fruto del emprendimiento extremeño, serán bienvenidas si cumplen todos los requisitos ambientales, caso de la refinería. Entre medias, la energía térmica en Alange.
El panorama, pues, es alentador. El clima debe ser, tal y como nuestro presidente quiere para los extremeños de convivencia entre unos y otros tipos de energía, de progresiva sustitución, sin traumas y sin discursos rompedores, utópicos e infumablemente ecologistas, porque en el desarrollo sostenible extremeño de hoy debe convivir, porque así está, la central nuclear, los restos de lo que pudo ser Valdecaballeros y los molinillos cuando los tengamos.