martes, 2 de agosto de 2011

Cultura frente a política en Extremadura

No estoy de acuerdo con el titulo de mi post. Porque la cultura es política, o dicho de otro modo, porque la cultura debe formar parte de modo preferente en cualquier gestión pública que se precie.

Dicho esto, diré que el título del post está convenientemente traído para poner en situación a quien quiera leerlo, ya que refleja que los choques, los enfrentamientos y los tira y afloja entre personas reconocibles de la cultura nacional y el máximo responsable de la presidencia de la Junta de Extremadura no es algo que José Antonio Monago se haya inventado. Es algo que ya sucedió en algunas ocasiones con Juan Carlos Rodríguez Ibarra. No recuerdo, con sinceridad lo digo, episodio similar con Guillermo Fernández Vara.

Podrá alguien pensar, por tanto, que mi reflexión busca poner al mismo nivel a Monago frente a Ibarra. Obviamente, se equivocan. Y argumento. Lo que hoy sucede, no ya entre la Junta de Extremadura, sino entre Monago, porque él ha querido que sea así y Blanca Portillo, es una salida de pata de banco del presidente que, en medio de un agosto sin mucha noticia como es tradición, lleva paso de convertirse en algo que va a traer cola.

No tiene que ver este enfrentamiento de Monago nada con los que Ibarra pudo tener con personas tan diferentes como Robe Iniesta, Bebe o con Reyes Abades. En los dos primeros casos, la polémica vino a raíz de unas declaraciones iniciales de los cantantes, oponiéndose a la refinería. Ibarra, porque era Ibarra, contestó. En el segundo caso, la polémica surge como consecuencia de la participación de Reyes Abades en la película de Carlos Saura El Septimo Día, que versaba sobre los crímenes de Puerto Hurraco, que pasó sin pena ni gloria, por cierto, y que fueron excesivas, como me consta que finalmente hubo que reconocer. Ibarra salió, como siempre ha hecho y siempre hará, a defender nuestra imagen en positivo.

Pero hay tres diferencias fundamentales.

La primera, que Ibarra tras cerca de veinte años como presidente regional, era una persona tan reconocible, por su forma de ser y por su defensa de Extremadura que podía situarse a un nivel lo suficientemente parejo con respecto al referente cultural que podían casi llegar a tutearse. Frente a esto, Monago, un recién llegado a la presidencia de Extremadura, quiere dar el salto enfrentándose a Blanca Portillo.

La segunda, que ninguna de las personas que he citado eran responsables directos de programas de la propia Junta de Extremadura, con lo que la polémica terminaba siendo entre personas, reconocibles, que creían, por principios o ideología, en defender lo que buenamente consideraban. Algo, ojo, muy respetable. En esta ocasión, simplificando mucho, el jefe, que ha proclamado a los cuatro vientos que quería hacer el gobierno de los mejores, abronca y presiona en público, y asfixia en privado, a dos gestoras culturales del máximo nivel y parangón, forzándolas a renunciar.

La tercera, que en lo que se refiere al gobierno regional, la polémica entonces nacía en Ibarra y terminaba en Ibarra. Porque nuestro presidente entonces así lo quería y porque su forma de ser, Extremadura ante todo, y rompiendo cristales si hace falta, así lo demandaba. Ahora, el primer acto de la polémica la inicia una Consejera, seguramente a iniciativa del propio presidente. El segundo acto es que sus compañeros de gobierno, en primer o segundo rango se escabullen y no la defieden. Y el tercer acto es que el propio presidente quiere apagar el fuego sin importar si en pleno mes de agosto está achicharrando a una persona que, cada vez estoy más seguro de ello, está pensando que estaba mejor en su puesto de trabajo donde su valía era, y sigue siendo, de sobra reconocida.

Por tanto, abrimos un nuevo tipo de enfrentamiento cultural en Extremadura, el que busca el enfrentamiento per se a cambio de notoriedad. Y de fondo, nuestro Festival de Mérida lamiéndose las heridas. Quedan veintiséis días de programación. Pero muchos, pena, están más preocupados por estas actividades paralelas. Porque aquí, parece, que lo que nos toca es, en vez de que cultura y política vayan de la mano, que sigan caminos distintos.

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