Mucho más que dos: Reflexiones de una boda
El fin de semana se casaron dos amigos. Mire usté qué maravilla, como diría la letra de unas sevillanas. Dejando de un lado las anécdotas (que entra en el ámbito de otros foros) y las Orquestas BBCs (me refiero a bodas, bautizos y comuniones y no al ex equipo de baloncesto badajocense) fue un encuentro señalado y no me refiero al ámbito público, pues así se hizo eco la prensa regional. Fue una fiesta. Una gran fiesta. Podría haber sido perfectamente una verbena de campamento, de las de reírse a destajo, de ése Imperio de la Risa con el que algunos bautizaron al grueso de los que allí estuvimos. Pacífico también vino. No podía no estar. Pareció una boda común en una casa común con su presencia. Fue una ceremonia emotiva. Pacífico, que no es emotivo, sino emocionante (buscando una palabra de la misma raíz) dio mucho sentido a su boda.
Nos hicimos una foto en un lugar que ahora nos parece el Ministadi y que hace años parecía el Nou Camp: el patio de los limones (bohigas dixit) Enhorabuena, pues, a los dos. Todos disfrutamos y nos reímos como hacía mucho tiempo. Tal y como dijo "Papuchi" Mardones, que el fin del mundo nos pille bailando.
Como nota final escribo esto, a media mañana del domingo, en un lugar franciscano, la Institución Cultural el Brocense. Me he inspirado porque he escuchado otra vez el poema que ayer leyó Piti de Benedetti, a cuenta de unos blogs. Las casualidades, queda demostrado, no existen. A cambio está la felicidad, en este caso la de Piti y la de Mony y la de todos, por extensión.
1 comentario:
Si me haces el favor, felicita a Piti de mi parte cuando le veas (o dale el pésame; lo que mejor te parezca)
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