lunes, 2 de junio de 2008

Finales de baloncesto en Cáceres


Ayer terminó el fin de semana de baloncesto en Cáceres. Han sido ocho partidos, de los que he visto cinco. Viernes, sábado y domingo tarde. No acudí el domingo por la mañana. Poca gente por lo que me contaron. El balance ha sido positivo en cuanto a la organización, en cuanto a la acogida, en lo que se refiere a ver buen baloncesto, a ver aficiones entregas a sus equipos. No lo ha sido tanto en lo que a emociones negativas en Cáceres se refiere. Perdimos a las primeras de cambio y eso supuso una desmovilización de tantos y tantos cacereños que se supieron movilizar por el baloncesto de la ciudad, aunque fuera a final de temporada. Lesiones, banquillo corto y arbitraje nefasto a partes iguales mermaron nuestra capacidad de reacción. Piti tuvo una reacción muy dura, en caliente con uno de los árbitros cuando terminó el partido, pero hay que estar en la cancha para ver si no hubiéramos reaccionado así estando en su lugar, con su público y en una ciudad donde ya habíamos construido el castillo de la Leb Oro. Por cierto, que en líneas generales el arbitraje ha sido bastante mejorable en todos los partidos, con decisiones desiguales y con una descompensación de faltas y de criterios según en qué zonas o en qué momentos del partido.

Subieron, que yo viera, Illescas y Bruesa. Si por algo me alegro de Illescas es por Raúl, un chico discapacitado que llevó a la máxima expresión el término felicidad, tanto en el descanso disfrutando con quien le acompañaba de la canasta, como al finalizar el partido, pues fue el único que festejó, junto con los jugadores, el ascenso. El entrenador, Juárez creo que se llama, me pareció que actuó demasiado movido por la superación y no tanto por el deporte.

Bruesa tenía plantilla para subir, aunque Tenerife hubiera sido una sorpresa. Disfrutaron, y disfrutamos, con la victoria sobre Alicante. Y la afición de Breogán, muy numerosa, se llevó un gran chasco con la derrota en el primer partido.

Anécdotas hubo varias. Como la de la permanente presencia de personas del mundo del baloncesto en las gradas, como la de haber sido, en definitiva, una correcta fiesta del baloncesto.

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