¿Lapidación o libre?
Recordando a Amina Lawal y a Safiya
Se levantó un tanto deprimida. Dándose la vuelta en aquella choza miró su cara y comprendió que la alegría de la noche anterior, una vez que saliera de allí, se iba a convertir en miradas de desdén por todos, en asunto del pueblo, en que todo el mundo la iba a juzgar por sus propios sentimientos. Nigeria era un lugar tercermundista para muchas cosas, pero lo que Amina y Safiya no sabían eran del ruido que unos cuernos suyos habían hecho en todo el mundo.
Un simple adulterio había derivado en una cruel lapidación. Qué hipocresía. Posiblemente Monica Lewinsky ni siquiera conoce, dada la enorme incultura de la antisociedad norteamericana, quiénes son Amina Lawal o Safiya, o ni siquiera atina a la hora de colocar en el mapa el país africano. La becaria más famosa de la Casa Blanca llenó su cuenta corriente de dólares por contar su sexo oral con Clinton, mientras que la mujer de éste reía y ambicionaba medrar en la vida política yanqui. Cosas de la sociedad más pudorosa, avanzada e hipócrita del mundo.
Poco o nada, en este caso, les importa a todos ellos, el Falcon Crest del salón oval, lo que en Africa sucede día a día. La vulneración de los derechos humanos por parte de muchas sociedades hace que lleguemos a la convicción de que no todas las culturas son válidas ni están legítimamente capacitadas para mantenerse o perpetuarse en el tiempo.
Afortunadamente, la globalización social (mucho más necesaria que la imperial e imperante globalización económica) supo reaccionar a tiempo e instrumentos que ya están al servicio de la sociedad y que no hay quien los pare, como Internet, articularon una red que hizo que esta noticia llegara (aunque no muchos días, para que nos vamos a engañar) a relegar a operación triunfo (un programa así no se merece ir en mayúsculas) de la importancia que tenía en los telediarios públicos. (recordemos que para el PP el prototipo de joven era aquel que aparecía como concursante en operación triunfo)
Sin embargo, pese al triunfo moral de quienes en su momento aportamos nuestro grano de arena para evitar atrocidades de este tipo, en el mundo se elevan interrogantes continuos de casos que no nos pueden llegar y que se pueden seguir practicando constantemente. ¿Cuántas culturas siguen permitiendo los malos tratos hacia la mujer? ¿Quiénes asumen como práctica elemental la ablación?
Tristemente, nuestros países, que se dicen desarrollados, están llenos de infragobernantes sociales y de supraeconomistas que echan números para llegar al anuncio de las burbujas de freisané con déficit cero, creando un superavit de inquietud social, consintiendo un desorden mundial y abogando por las guerras preventivas. ¿Para cuándo antepondremos a todo ello (el petróleo, el poder y la riqueza) las personas, las vidas humanas y la felicidad? Seguro que para nunca, para que la utopía siga llenando el vacío del idealismo y del progreso y que, mientras tanto, sigamos viviendo llenos de Lewinskys, de Pajares y de Arnys Suaseneguers. Por cierto, parece, al hilo del gran gobernador americano, que en su Austria natal mantienen cordura y por no conmutar la más reciente pena de muerte ha perdido el nombre de su estadio de fútbol.
Frente a todo esto, usemos Internet, empleemos el phising, creemos redes y telas de araña, mejoremos poco a poco nuestro mundo y no tengamos rubor en ser motores que muevan a la sociedad, porque, decididamente tenemos que seguir pensando que la felicidad de las personas debe ser posible.
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