Hasta luego, CQC
Parece ser que ni La Sexta perdona los bajos índices de audiencia. Me supongo que Caiga quien Caiga es un programa costoso de producir y ello ha llevado al cierre. Lamentable. No porque me guste el programa, sino porque creo que existen en él argumentos imprescindibles para que sean explotados a modo de servicio público y de fiscalizadores de la sociedad. Me explico. No me refiero a los tradicionales reportajes, sino a secciones fijas del programa como Proteste Ya o como la que en las últimas semanas se estaba llevando la palma de preguntarle a los diputados.
En el caso de la primera sección porque en muchas ocasiones determinadas cuestiones, no solo políticas, sino que también pueden ser empresariales, necesitan del conocimiento y de la denuncia ciudadana y no hay otro medio mejor para hacerlo que la televisión, que el medio audiovisual. Porque si un empresario de turno, un político o un presidente de fútbol ve sus vergüenzas al aire, en cuestiones por otra parte de gran sensibilidad social, se verá puesto en evidencia y es un mecanismo más de solución y de ayuda a personas y colectivos indefensos la mayor parte de las ocasiones. Otra cuestión es que podamos cuestionar, en ocasiones, las formas empleadas.
En la segunda sección, que yo creo que se ha quedado corta, la de las preguntas a los diputados, porque la sociedad debe saber en manos de quién estamos, qué capacidades tienen los dirigentes de un país, de una región o de una ciudad, los principales empresarios, los grandes deportistas, qué sensibilidades sociales o qué destrezas para desenvolverse en la sociedad de la información tienen. Y sin duda creo que este espacio es absolutamente imprescindible. Porque no vale con estar en un escaño ni en la cima de los éxitos deportivos. Uno debe estar donde se merezca estar, aunque siga estando donde estaba anteriormente. Es decir, a un futbolista como a Sergio Ramos nadie le va a cuestionar su fuerza física, su entrega y su calidad, pero quizás debamos saber si sería un buen ejemplo a la hora de visitar un aula de niños para hablarle de algo más que de deporte. O un político al que se le demandan respuestas a los problemas de la calle debería saber mandar un correo electrónico y demostrar que más allá de su personal de confianza hay un mundo en el que sabe manejarse.
Ojalá existieran, en definitiva, este tipo de espacios fuera de audiencias y de la presión del share
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