martes, 3 de febrero de 2009

Pacto por la cultura y el turismo en Cáceres


La posibilidad que planteó ayer Guillermo sobre la nacionalización de la banca, sumada al llamamiento que hoy hacen un grupo de cofrades sobre el estado de deterioro de la Ermita de la Soledad me hacen plantear las siguientes reflexiones.

Es indudable que en la suma de esfuerzos individuales y colectivos para no solo lograr la capitalidad cultural en 2016 sino para asentar un proyecto de cultura en nuestra ciudad pasa por la implicación privada. Cuando escuchamos estas dos palabras, que van camino, por lo inexistente de esta en ocasiones, de ser casi una entelequia, enseguida recurrimos a empresas privadas, a patrocinadores puntuales de eventos que bien lo hacen económicamente -cada vez menos- o bien en material proveniente de su propio negocio - algo que también se agradece.

Sin embargo, implicación privada es también toda la relación de propietarios de bienes muebles o inmuebles que existen por la ciudad, especialmente por toda la ciudad monumental. Implicación privada entiendo, y creo que todos estaremos de acuerdo, que se corresponde con todos aquellos propietarios que exceden de las instituciones públicas. La Iglesia es, sin duda, uno de ellos. La misma Caja Extremadura entiendo que también. Pero también grandes apellidos se entrezmezclan con personas casi anónimas o con propietarios casi desconocidos que condenan a determinados inmuebles casi al estado del ruina.

Y podremos hacer decenas de WOMAD, otros tantos Foro Sur -aunque ahora planeen dudas más que razonables sobre su emplazamiento- iniciativas como Cáceres crea Cáceres, mercados medievales los que queramos que al final, como aquel proverbio latino de que lo escrito permanece, lo que se mantiene y debe ser así, son las piedras, el status quo de la Ciudad Monumental con sus mejoras, que siempre terminan siendo necesarias.

En este punto tenemos un déficit de implicación de lo privado. Porque pese al desembarco institucional de Diputación o de la Junta, la mayor parte de los inmuebles no están abiertos al público. No hablamos de negocios intramuros que, en mayor o menor medida, logran el doble objetivo de subsistir a la par que tienen su inmueble como lugar de tránsito con valor añadido de lo medieval.

Me refiero a lugares cerrados a cal y canto. A palacios cuya puerta no se abre para que cualquiera pueda verlos, a iglesias cerradas fuera de horas de culto, a aquellos míticos pasadizos de los que muchos hablan pero nadie parece querer mostrar, a conventos que más allá de la clausura se cierran bajo siete llaves escondiendo incluso ermitas en su interior, a apellidos nobles de rancio abolengo que ni siquiera residen en nuestra ciudad y que nos privan del disfrute y de nuestra mejor promoción.

Ha llegado el momento de obtener esa implicación privada. Hay que llegar a un pacto por la cultura y el turismo de Cáceres. Hay que favorecer que todos nos involucremos en la capitalidad cultural, pero solo como pretexto. Porque no podemos construir solo nuestros anhelos, aunque obtengamos la capitalidad, con vistas al 2016, aunque ese será otro tema.

Lo importante es empezar por ver puertas abiertas y voluntad por mantenerlas. Así podrán llegar ayudas desde lo público. Cuando todos entendamos que la conservación del patrimonio es un camino de ida y vuelta, que requiere de soluciones coordinadas, lograremos dar un paso de gigante en nuestras aspiraciones y en pensar como ciudadanos.

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