Play, 2016, pan y circo
Play Cáceres es un proyecto más de todos los que existen para la Ciudad Europea de la Cultura 2016. Surgió hace unos meses como una guinda de una tarta. Ahora se anuncia que la guinda irá endulzando por toda la región a través de un circuito regional que siga vendiendo la Capitalidad Cultural, y que además empezará en la misma ciudad de Cáceres. Debemos verlo como una oportunidad para consolidar un proyecto por toda la región y, a la vez, seguir manteniendo una cohesión con el proyecto.
Porque la tarta está intacta. Continúa la tarta sin la guinda, pero la tarta sigue siendo tarta. La guinda fue un añadido, un complemento que no estaba dentro de ese plan de ciudad, de capitalidad cultural, y que por tanto como aderezo que es podemos prescindir de ello ahora que toca soltar lastre. Porque como cacereños que somos no solo es que necesitemos ser extremeños o españoles, sino que en un mundo global no podemos caer ni en localismos ni en egoísmos, con el agravante del especial momento económico en que nos encontramos. Necesitamos ayuda y ayudar. Que se solidaricen con nosotros y ser solidarios.
Cierto es que nos hemos instalado en una sociedad donde calan argumentos fácilmente. Como cacereños tendemos a un localismo excesivo en un proyecto regional que mira con lupa el equilibrio y donde, claro está, cabe una reivindicación legítima desde la coherencia, pero no desde la irracionalidad. Desde que la iniciativa de optar a ser Ciudad Europea de la Cultura, en 2006, se convirtió en un proyecto cultural de interés regional ni un solo cacereño, ni un solo extremeño podrá tener queja alguna sobre la voluntad política de todas las instituciones extremeñas (Junta de Extremadura, Diputaciones o Ayuntamientos) y de todos los partidos políticos a la hora de conseguir ese objetivo.
Voluntad política traducida en incrementar o remozar infraestructuras (Palacio de Congresos, Complejo San Francisco, Biblioteca Pública, Centro Helga de Alvear, Escuela de Teatro, Centro de Artesanía, Salas de Exposiciones…) en potenciar programas existentes (Festival de Teatro Clásico, Womad, Envideo, Irish Flead, Festival de Cine Español, Festival de Música Antigua, Conciertos Museo Pedrilla, Foro Sur…) en acciones puntuales de gran calado (Congreso Nacional de Lectura, Cáceres Evocado, Cáceres crea Cáceres, Cáceres Labs…) o en ir tejiendo una serie de proyectos arquitectónicos, fuera del ámbito cultural, muchos, lógicamente, en fase de construcción, que serán emblema para el 2016 (Edificio Embarcadero, Centro de Salud Nuevo Cáceres, Pabellón Multiusos, Módulo Atletismo, Factoría Joven, Espacio para la Creación Joven…) No solo eso: los grandes acontecimientos culturales de la región, como el Festival de Mérida, el de Alcántara o el de Teatro de Badajoz, también difunden el proyecto de 2016.
Sin embargo, nuestra peculiar sociología, hace que jamás estemos conformes. Tenemos que creernos que todo lo anterior, y la historia de Cáceres y Extremadura, conforman una tarta que tiene todos los ingredientes para triunfar en un proyecto global con vistas al 2016.
Sin embargo, nos gusta excesivamente el pan y el circo, excesivamente acomodados estamos a ello, pero es precisamente el pan del circo el que está en peligro. Ese que hace falta para hacernos reír, llorar o pensar cuando las grandes estrellas que nos visitan se vayan después de llevárselo calentito; ese que poco a poco se va labrando un futuro en la música y que muchos son amigos o familia, porque al final nos conocemos entre todos. Ese que necesita ayudar a tantos jóvenes –o no tan jóvenes- que buscan ese golpe de suerte que, añadido a su calidad y a su empuje extremeño, les catapulte al éxito. Ese pan para ese circo, para el mundo del espectáculo y de la cultura en Extremadura es hoy más necesario que nunca. Desde Cáceres, sí, desde Cáceres, tenemos que apoyarlo. Porque su concurso, su presencia, su actividad es fundamental para el 2016, que es lo que realmente nos debe importar pensando en el Cáceres del futuro. Los artistas extremeños son un eje capital del proyecto para el 2016 y desde el escenario sus voces, sus sonidos y sus gargantas se necesitan para que todo llegue a buen término.
Tengamos, pues, paciencia: siempre estaremos a tiempo de volver a poner una guinda en el pastel.
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