domingo, 24 de julio de 2011

La casa del propósito especial




Otro libro de verano. El segundo de John Boyne. Pensé en dejarlo nada más empezar, porque no veía en él otro atractivo que haber sido escrito por el autor de El niño con el pijama de rayas. Me equivocaba. Lo leí hasta el final. Acerté.

Con Boyne viajé ayer al nazismo y hoy a la Rusia de los zares, desde una historia atrevida y original, ya desde la propia estructura del libro. Un libro que parece un diario y que tiene ese sentimiento de culpa de quienes padecieron una guerra, directa o indirectamente, y que tienen mucho que ocultar, bien por temor a ser descubiertos bien porque sus heridas solo se las cicatrizan ellos mismos.

Da la impresión de que escribe realmente el protagonista y no el escritor. Si mañana me dicen que la narración es histórica sería verosímil. Si siguiera con la conjetura tendría que dar la razón a quien me ha dicho alguna vez que la escritura la provoca el sentimiento de pérdida de algo. Porque el libro es una pérdida constante. Casi de todo menos de la dignidad del que la cuenta.

Cambio de régimen, un punto de imposibilidad, todas las etapas de la vida excelentemente descritas y la atracción de lo que rodea a la sociedad rusa. Son muchos ingredientes para un libro que termina haciéndose corto.

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