domingo, 23 de septiembre de 2007

Despropósito de derribo


Conozco algo Badajoz, una ciudad bien dimensionada, la justa medida quizás para mí, con permiso de Cáceres, para poder vivir sin el estrés y el mundanal ruido. Tanto los que conocemos algo, como los propios badajocenses, como los que simplemente se dejan llevar por prejuicios, concidimos en que uno de los lugares más difíciles pero potencialmente de mayor calado es la zona de la Alcazaba y de la Plaza Alta.

Allí organizamos hace años, en el palmeral de la Alcazaba, un concierto de las Hijas del Sol, a horas intempestivas cuando el reciente concierto flamenco ni por ensoñación se le ocurría preparar a nadie. Vimos en cierta manera la dureza y la realidad. Supimos lo mucho que hacía falta hacer allí.

La zona gritaba, a través de las ventanas rotas, de las caras de niños alegres pero infelices, rebeldes y con evidentes carencias afectivas. La Plaza Alta lloraba, esperando lo que ya empieza a ser una realidad (rehabilitación de las casas coloradas, por ejemplo) Empieza poco a poco a devolverse la alegría y esa sonrisa, esbozada de una forma a veces forzada, está sostenida mucho por las instituciones públicas.

Dos de ellas, la Universidad y la Junta de Extremadura, con la aquiescencia municipal (aparte de la cesión del inmueble) se embarcaron hace años en la rehabilitación del antiguo hospital militar. Hoy es un centro del conocimiento y de la historia, del presente y del futuro. Entre aquellas paredes se encuentra la Biblioteca de Extremadura y la Facultad de Biblioteconomía.

Ahora resulta que hay que derribar un elemento, un cubo, por aquello de que hay una ruptura entre lo original y la modernidad. Quien inicia los trámites, Antonio Manzano, en su momento fue partícipe, dentro de la Comisión de Patrimonio Provincial, de la aprobación del proyecto. Ahora se erige en adalid de la libertad, liderando una revuelta cualquiera. Se le ha olvidado, maldita su amnesia selectiva, que gracias a aquellas obras apareció una torre defensiva que se creía perdida. Para eso también sirvió la rehabilitación.

El 14 de octubre cumple el mes dado por la resolución judicial para el derribo. De perpetrarse sería un absoluto despropósito porque con él se desmoronaría una cantidad de dinero importante, la destrucción de un espacio necesaria para la facultad y de fondo, simbólicamente, se rompería con aquel pacto tácito que las instituciones públicas suscribieron para dignificar la Alcazaba de Badajoz.

Hecho el cubo, busquemos conciliar modernidad e historia, sobre todo cuando está en juego la dignidad de muchas personas por el empecinamiento judicial de un paladín cualquiera del patrimonio sensacionalista y mediático.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Magnífico, Paco...