domingo, 2 de diciembre de 2007

Sobre la militancia política



Apenas llevamos tres décadas de democracia. Democracia es libertad, la vida la vivimos una vez y no existe nada más importante que contar con unas ideas para llevar a cabo la transformación de la sociedad, sea la que sea la que cada uno quiera. Hace años, intervine en Llerena en una mesa redonda sobre ocio nocturno, botellón y consumo de alcohol. Alguien intentó ponerme en un aprieto para que me posicionara sobre algún tema espinoso, y en ese asunto hay muchos. Me rescató un compañero para lamentar que aún hoy día no se pueda decir todo lo que uno piensa.

Desde hace días llevo dándole vueltas a un pensamiento parecido. Me identifico únicamente con actitudes de libertad y de hablar con las ideas en la mano. Me parece que hoy día es fundamental decir lo que uno piensa y expresarlo. También creo que, dentro de la libertad de cada uno por militar o no en un partido político, existen hoy día excesivos prejuicios y excesivas marcas para que a quien realmente le apetezca o le motive no pueda ejercerlo con la suficiente libertad. En una conversación con un simpatizante del partido al que pertenezco, alababa la valentía de quienes militamos porque hemos dado el paso de levantar la mano.

Otro debate, que algún día habrá que abrirlo, es la formación en la militancia política. Habría que incentivarlo y convencerse de que es un camino para la suma de ideas. Habría, otra obviedad, que romper con tanta ñoñería como existe desde fuera con respecto a la política y a los partido. Habría que ser muy autocrítico desde dentro, puesto que existen elementos de peso que coartan al ciudadano de a pie -la mayoría de los ciudadanos- a la hora de tener un carnet. El debate interno, que hoy no se produce con la misma intensidad en todos los partidos, debería procurarse que fuera conocido, sin ánimo de levantar alfombras o de poner el ventilador, sino para demostrar que quienes militamos no estamos sometidos tanto a un carné como se nos reprocha -aquello de la disciplina de partido- sino que partiendo de una responsabilidad final en la asunción de puntos de vista y de planteamientos ideólogicos, previamente hay mucha crítica, debate e intercambio de opiniones. Otro asunto también es cuidar a la propia militancia, y evitar que compañeros de partido lleguen, por ejemplo, a fallecer y que la propia dirección de turno del partido no les conozca. Los espacios físicos también deben cambiar y ser puntos de encuentro. Casas del pueblo o lo que a cada cual le convenga, pero lugares donde se debata, se comparta y se enriquezca.

Pero lo que realmente traigo a colación es la existencia de un espectro humano que es una carencia de la democracia española, tan llena de prejuicios. Me refiero a cualquiera que tiene unas inquietudes que con mucho coinciden con las del partido político que sea. Omitiré nombres para evitar personalizar. Día a día sabemos de quién estamos hablando. Personas que, por ejemplo, apoyan a los partidos en determinados momentos; articulistas mucho más proclives que los propios militantes; deportistas comprometidos y que así lo manifiestan; actores y personas de la cultura. Personas conocidas por todos o solo por nosotros en nuestro espacio.

Muchos de ellos, si la sociedad fuera diferente, menos sectaria y más plural, estoy seguro de que darían un paso más. Ejercerían con coherencia, vehemencia y carnet una militancia política -fuere la que fuere- que para sí hubieran querido muchas personas durante otras épocas para nuestro país. La participación se incrementaría y las ideas y la propuestas enriquecerían nuestra sociedad. Permitidme que sueñe, que me pellizque y que apele a esa valentía para que se dé el paso a significarse y a que todos digamos lo que pensamos, pensemos lo que digamos y nos asociemos -por no abusar del término militar o afiliar- a donde nos venga en gana.

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