Asociacionismo: revolucionar lo tradicional
Leo en los teletipos que una asociación juvenil de Cáceres va a pedirle una reunión a la alcaldesa de mi ciudad para solicitarle/exigirle/reivindicarle un local. Pertenezco desde hace años a movimientos asociativos -fundamentalmente juveniles, pero no solo en ese ámbito- y creo que la participación en asociaciones necesita, por compararlo con algo tangible, lo que se ha hecho con las aulas educativas extremeñas. Si ahora mismo rescatáramos a algún participante en asociaciones de hace treinta años, vería pocos cambios en las metodologías de trabajo y sí que por ejemplo notaría un déficit de participación: tanto cuantitativa como cualitativa. Por eso no creo que sea un buen camino la reivindicación sin más, sino con los argumentos, el ejemplo y el trabajo previo. Sería algo así como lo que se dijo en su momento del deporte de élite: la administración deberá poner una peseta por cada peseta que emane del sector privado. Pues con el tejido asociativo debería suceder lo mismo: premiar el esfuerzo, no el ruido; fortalecer lo que funciona y experimentar con todo menos con la educación y la formación del futuro de nuestra sociedad; evitar la obsesión estadística: por ejemplo, numéricamente cada vez existen más asociaciones juveniles, pero ¿son participativas? ¿cuantas existen en la práctica y no en la teoría de un registro? ¿cuantas son unipersonales y cuántas para rascar subvenciones?
Por tanto, frente a las fórmulas tradicionales de asociaciones, que deberían reforzarse las que funcionan no habría que hacer ejercicios de ingeniería para llenar estadísticas, sino potenciar la calidad de la participación y preguntarse y aceptar la crítica de cómo se identifique por parte de los no comprometidos en el grupo esa participación.
Es un absoluto desastre, por ejemplo, la participación vecinal. No es menos desalentador la utilización de colectivos por parte de instituciones o de otros colectivos. Eso sin entrar en el destino final de muchos recursos públicos.
No caben, por tanto, las fórmulas de siempre, ni tampoco las reivindicaciones de siempre. Vino nuevo en odres nuevos: redes, participación no necesariamente asociada, nuevas tecnologías...
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