El momento y la peculiaridad del PNV
Tras el resultado electoral y con la aritmética en la mente, calculadora en mano, muchas miradas están puestas en el PNV por aquello de cómo vendrán dadas en esta legislatura. Y por los gestos y guiños, seguro que ellos son también conscientes de esto. En un momento donde ciertamente, además, la sociedad no nacionalista está encantada con un resultado electoral que no obliga tanto como en la legislatura anterior a hipotecar acuerdos de gobierno frente al empuje nacionalista, sí que es cierto que se precisan llegar a acuerdos, bien puntuales o bien más estables. En todo esto, bajo mi opinión, el PNV aparece en todas las quinielas.
Ciertamente tiene puntos a favor para ello. Tras la marcha de Arzalluz, y pese al abandono de Imaz (que seguro está lamentándose en casa tras el resultado), la dirección del partido, el EBB que creo que se llama, es algo moderado y sin sobresaltos. Otra cosa es el gobierno que lidera Ibarretxe. Pero esta situación de bicefalia es algo habitual y casi exclusivo de este partido, de ahí la peculiaridad. Urkullu hace guiños, pero aún no tiene el respaldo o la maduración suficiente. Eso va en contra de todo. Imaz, que yo sepa, no ha hablado. Arzalluz tampoco. Ibarretxe, extemporáneo él, presiona a su partido.
Se confundirán de plano si aceptan que prime Ibarretxe sobre Urkullu. Errarán si no le dan un megáfono a Imaz para que diga lo que piense. Perderán el momento mejor que han tenido para influir en el gobierno de España. Que retiren, para empezar, aquello de la consulta para octubre y que de paso, Ibarretxe quede tocado políticamente. Los resultados del PSE son para estar preocupados y todo ello puede precipitar, por qué no, unas elecciones anticipadas. El territorio, finalmente, es el menos apropiado para sobresaltos.
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