martes, 4 de marzo de 2008

Un día de colera


Es de esos libros que deliberadamente no me hubiera comprado pero que terminan llegando a las manos de uno. Es de esos libros que aprecias cuando te lo terminas, porque no solo te queda el libro, sino lo que le rodea. Es de esos libros que te sirvan para darte cuenta de cómo a través de una novela fijamos más nuestro aprendizaje sobre la historia de España en una época determinada que en nuestra etapa educativa no asentamos convenientemente. Es cierto que es una época de cambios rápidos y que es complicada de asimilar por parte de un adolescente, y más cuando suele coincidir, o al menos en mi caso solía, con los últimos temas del libro.

Pérez Reverte hace de un libro un documental. Las caras de las personas anónimas de una guerra aquí se cimentan en el anonimato de sus nombres, imposibles de recordar. Ello hace que sean unas páginas densas en ocasiones, interminables sus pasajes e inconexas sus historias. Hay incluso fragmentos del libro en el que a uno le dan ganas de dejarlo en la estantería, sintiendo una impotencia que se resume en el cúmulo de nombres, innumerables, que dan sentido a la época histórica pero que restan dinamismo. Influye también quizás el que en toda su extensión abarca apenas dos días, narrados casi a la hora, con sus vivencias, sentimientos y casi en las casas y salones de los madrileños.

Es un nuevo libro que dota de identidad a una ciudad. En varias ocasiones he repetido que a mi ciudad, a Cáceres, le hacen falta libros que acrecienten el conocimiento de una ciudad a través de la literatura. Basilio Sánchez, Julián Rodríguez o Eugenio Fuentes están tardando. Dejando el localismo publicitario, de Extremadura apenas se habla si no es para mencionar de pasada a Plasencia.

Me quedo, sin embargo, con la historia del Parque de Monteleón, quizás la única que tiene una conexión. Emotiva, emocionante, intensa y agobiante. La resistencia, el aplomo, la fuerza y la rabia. El desespero, la soledad... Todo ello son actitudes que pudieron ocurrir allí.

Fue un período histórico convulso, de aquellos que no deben volver a suceder y que no sucederán. Aquellos en los que el sometimiento de las armas o de las botas imperaban sobre la libertad. No es momento de juzgar al pueblo o a los dirigentes franceses. Tiempo ha llovido ya. Doscientos años los que se cumplen este año. Jugada maestra, pues, la del autor.

3 comentarios:

alelo dijo...

Dejando el localismo publicitario, de Extremadura apenas se habla si no es para mencionar de pasada a Plasencia.

A Cáceres sí le falta ese libro, pero a Plasencia no. "El alma de la ciudad" de Sánchez Adalid, sobre el nacimiento de la ciudad de Ambrosía (Placencia, la que place al Señor y a los hombres -Ut placeat deo et hominibus lleva inscrito su escudo) y "Ni Dios mismo" de Pilar Galán sobre la elaboración por Rodrigo Alemán del coro de la catedral de Plasencia, dan fe de lo que digo.

Ambos cuyos sendos dos absolutamente recomendables, sobre todo si uno ha nacido o pace en Plasencia.

Paco Hurtado Muñoz dijo...

no me refería a eso. plasencia no solo tiene a aquellos dos, sino que hay otros como Gonzalo Hidalgo o Alvaro Valverde (muy recomendable su "Alguien que no existe")

en ese punto me refería a las alusiones que hay a extremadura en el libro este

alelo dijo...

Lo entendí mal, quizás porque en otras ocasiones te he escuchado esa demanda.

A mí me gustó el libro sobre todo porque recoge una época de la historia de España que no se nos enseñó en el colegio en profundidad. Las gestas de los españoles, las conquistas americanas, el saco de Roma,lo cojonudos que somos... eso sí venía en los libros. Pero esa época de "debilidad" y "sometimiento" de la insigne nación española no apetecía explicarla. Creo que con los "héroes" de la Guerra de Cuba pasó también un poco de lo mismo. Volvieron derrotados y fueron tratados como cobardes en la mayoría de los casos.