Declaración de Cáceres sobre la lectura en el siglo XXI
La labor desarrollada en España, especialmente en las dos últimas décadas, por administraciones, instituciones y particulares ha favorecido el crecimiento constante de los índices lectores de nuestra población que, por primera vez en la historia, está en el umbral de convertirse en una sociedad plenamente lectora.
Una situación que nos permitirá encarar el futuro con las máximas garantías de éxito, pues nunca como ahora la lectura, y su práctica frecuente y madura, se ha convertido en un eje estratégico tan decisivo para el crecimiento y desarrollo de los pueblos.
Sin lectura no hay educación posible. Y sin ésta, cualquier aspiración a un progreso sostenido y sostenible se convierte en una auténtica quimera. Porque sólo a través de la lectura, la sociedad de la información en que vivimos alcanza su máximo grado. Y su definitiva justificación, al permitir que el flujo informativo que diariamente nos envuelve se transforme, precisamente a través del ejercicio lector, en enriquecimiento personal y colectivo; en auténtico conocimiento que nos haga crecer como individuos y nos fortalezca como sociedad.
Una lectura que hoy extiende sus territorios con la incorporación de las múltiples posibilidades derivadas del mundo digital que, lejos de ser una amenaza, se constituye en un nuevo horizonte de infinitas posibilidades para el que resulta imprescindible, y urgente, la formación de lectores activos, con suficiente capacidad de comprensión y análisis, que hagan de la lectura una práctica usual en sus vidas.
Es esta una oportunidad que estamos obligados a brindar a todas las ciudadanas y ciudadanos, en condiciones de máxima igualdad, convirtiendo así a la lectura en algo más que en una habilidad, una destreza o una técnica: leer - saber leer, querer leer , poder leer - debe de ser asumido como un derecho universal. Y, al mismo tiempo, como una dimensión social irrenunciable, base de todo el proceso de construcción de nuestro pasado, de nuestro presente. Y, más aún, de nuestro prometedor futuro.
Así pues, es obligación de las diversas administraciones públicas – y de la sociedad civil en su conjunto - procurar la máxima accesibilidad de las ciudadanas y ciudadanos a la lectura, acompañando a cada uno en su particular periplo lector para conseguir que con ello no sólo se incrementen los índices de lectura sino, y muy especialmente, la calidad, variedad y actualidad de la misma.
Singular importancia adquiere, en tal sentido, el valor que a la lectura ha de asignarse a lo largo del proceso formativo de las personas. Y es prioritario que la misma sea reconocida como un elemento de integración presente en todas las áreas del currículo, destinándose a su práctica los recursos y tiempos necesarios para su pleno desarrollo. La existencia de una nutrida, bien dotada, correctamente atendida y profesionalmente gestionada red de bibliotecas escolares se perfila como una condición indispensable para el cumplimiento del objetivo anteriormente señalado.
Objetivo que también debe de hacer suyo la sociedad en general por medio de la creación y permanente actualización de la red de bibliotecas públicas, cuya existencia y pujanza será siempre la mejor señal de la democratización real de la lectura.
Es igualmente imprescindible la particular contribución de autores, editores, libreros y distribuidores, sea cual sea el formato en el que la lectura se presente, protagonistas fundamentales de la creación, tratamiento, adecuación y distribución de los diversos materiales lectores. Todos ellos, junto a cada uno de los lectores, son piezas esenciales del ecosistema de la lectura, al que, de forma indisoluble, pertenecen los medios de comunicación, claves para la extensión y fortalecimiento de la causa de la lectura.
De esta manera, será posible la existencia de un universo de lectores capaces de conocer, entender y mejorar la realidad que nos rodea: este nuestro mundo contemporáneo que cada vez se no revela más como un texto necesitado del permanente ejercicio lector.
Una situación que nos permitirá encarar el futuro con las máximas garantías de éxito, pues nunca como ahora la lectura, y su práctica frecuente y madura, se ha convertido en un eje estratégico tan decisivo para el crecimiento y desarrollo de los pueblos.
Sin lectura no hay educación posible. Y sin ésta, cualquier aspiración a un progreso sostenido y sostenible se convierte en una auténtica quimera. Porque sólo a través de la lectura, la sociedad de la información en que vivimos alcanza su máximo grado. Y su definitiva justificación, al permitir que el flujo informativo que diariamente nos envuelve se transforme, precisamente a través del ejercicio lector, en enriquecimiento personal y colectivo; en auténtico conocimiento que nos haga crecer como individuos y nos fortalezca como sociedad.
Una lectura que hoy extiende sus territorios con la incorporación de las múltiples posibilidades derivadas del mundo digital que, lejos de ser una amenaza, se constituye en un nuevo horizonte de infinitas posibilidades para el que resulta imprescindible, y urgente, la formación de lectores activos, con suficiente capacidad de comprensión y análisis, que hagan de la lectura una práctica usual en sus vidas.
Es esta una oportunidad que estamos obligados a brindar a todas las ciudadanas y ciudadanos, en condiciones de máxima igualdad, convirtiendo así a la lectura en algo más que en una habilidad, una destreza o una técnica: leer - saber leer, querer leer , poder leer - debe de ser asumido como un derecho universal. Y, al mismo tiempo, como una dimensión social irrenunciable, base de todo el proceso de construcción de nuestro pasado, de nuestro presente. Y, más aún, de nuestro prometedor futuro.
Así pues, es obligación de las diversas administraciones públicas – y de la sociedad civil en su conjunto - procurar la máxima accesibilidad de las ciudadanas y ciudadanos a la lectura, acompañando a cada uno en su particular periplo lector para conseguir que con ello no sólo se incrementen los índices de lectura sino, y muy especialmente, la calidad, variedad y actualidad de la misma.
Singular importancia adquiere, en tal sentido, el valor que a la lectura ha de asignarse a lo largo del proceso formativo de las personas. Y es prioritario que la misma sea reconocida como un elemento de integración presente en todas las áreas del currículo, destinándose a su práctica los recursos y tiempos necesarios para su pleno desarrollo. La existencia de una nutrida, bien dotada, correctamente atendida y profesionalmente gestionada red de bibliotecas escolares se perfila como una condición indispensable para el cumplimiento del objetivo anteriormente señalado.
Objetivo que también debe de hacer suyo la sociedad en general por medio de la creación y permanente actualización de la red de bibliotecas públicas, cuya existencia y pujanza será siempre la mejor señal de la democratización real de la lectura.
Es igualmente imprescindible la particular contribución de autores, editores, libreros y distribuidores, sea cual sea el formato en el que la lectura se presente, protagonistas fundamentales de la creación, tratamiento, adecuación y distribución de los diversos materiales lectores. Todos ellos, junto a cada uno de los lectores, son piezas esenciales del ecosistema de la lectura, al que, de forma indisoluble, pertenecen los medios de comunicación, claves para la extensión y fortalecimiento de la causa de la lectura.
De esta manera, será posible la existencia de un universo de lectores capaces de conocer, entender y mejorar la realidad que nos rodea: este nuestro mundo contemporáneo que cada vez se no revela más como un texto necesitado del permanente ejercicio lector.
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