Guadalupe
Si a alguien se le pregunta por las tres Declaraciones Patrimonio de la Humanidad en Extremadura, el fallo o la duda siempre recae en Guadalupe. Trujillo, a la que no le faltan méritos, suele estar al quite e inexplicablemente en Guadalupe mucha gente no cae. Este dato, que no es científico, responde a una constatación hecha, de una manera un tanto peregrina en preguntas a chavales en algún juego tipo trivial. Sirve como introducción para contar que hace unos días estuve en Guadalupe y que no hace falta no ver la Sacristía y los zurbaranes, o el coro o el Retablo Mayor, que sufrirá una restauración integral, para saber que el sitio tiene más que méritos para ser Patrimonio Mundial.
Recuerdo que hace muchos años, en una de estas convivencias de confirmación, nos metieron en una sala enorme que no he vuelto a ver y que hace poco descubrí, anexo a lo principal, un auditorio que apenas se utiliza. Todo ello es Guadalupe, un espacio del que en 2.008 se cumplirá el centenario de la presencia franciscana, y que es mucho más que un centro eclesiástico, un enclave cultural y social de primer orden.
Ultimamente voy al menos un par de veces al años, y sirve como termómetro para ver a personas (habitualmente frailes, como por otro lado es lógico) que no ves desde hace años y la cordialidad y cordura surge donde antes había disputas y tiranteces. De toda la gente que he visto allí me quedo, sin duda, con Carlos Amigo, cardenal y franciscano, de quien aún recuerdo una entrevista ejemplar en TVE allá por 2002 admitiendo haberse reunido con una pareja de homosexuales y decantándose contra la guerra. Todo un gustazo
Por todo ello, sigue siendo inexplicable que siga sin pertenecer a la Diócesis Extremeña. Aunque si lo inexplicable pasa por manos del Cardenal Cañizares, todo es posible
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