Riada diez años después
Comentaba John Aravosis en el E Findex que los blogs se han convertido en fuente de noticias para los medios de comunicación tradicionales. Supongo que es algo recíproco, sobre todo por los recursos y los trabajadores con los que un medio de comunicación cuenta frente a la soledad de quien gestiona un blog. En este caso, a través de un periódico regional se me refresca la memoria al enterarme de que se cumplen ya diez años de las crueles imágenes y de las peores consecuencias que vimos en los desbordamientos del Rivilla y Calamón y en Valverde de Leganés. Todo el mundo, interiormente, se preguntaba qué podía hacer y la ayuda y las riadas de solidaridad fueron muchas. Personalmente ha sido la ocasión en la que mayor muestra de desprendimiento he visto yo en mi ciudad.
Por aquel entonces acababa de empezar una carrera que me gustaba y que tenía sin embargo algunos peros: el peor, el que las clases fueran por la tarde. A raíz de la experiencia de muchos jóvenes en aquellas fechas debo confesar que dejé de asistir regularmente a clase. Entendí que para un educador social en ciernes era mucho más adecuado estar en la calle y escuchando problemas y buscando soluciones que en clases teóricas.
Confieso que tengo un lugar singular para que bullan algunas de mis ideas productivas. Inconscientemente en el servicio las neuronas se me disparan y lanzan iniciativas que tienen mucho sentido. En esta ocasión fue en un servicio pequeño, estrecho, en la Calle Gómez Becerra donde por entonces teníamos la sede de los Amigos de Francisco de Asís. Debíamos hacer algo, no podíamos quedarnos quietos y había que darle a algunos lo que algún día pudiera hacernos falta a nosotros: más que dinero y recursos, que también, afecto, y abrazos de solidaridad. Decidimos pensar en algo, aquello de la olimpiada del duro -colocar duros en fila en el Paseo de Cánovas- fue el medio, lejos de los tópicos del fin de curso. Nuestra asociación no podía estar sola: no hubiéramos llegado a donde lo hicimos finalmente solo nosotros. Conseguimos embarcar en el propósito a la mayor parte de los colectivos juveniles de Cáceres. A partir de allí, personalmente conocí a muchos amigos de otras organizaciones, trabajamos en común y se inició un trabajo conjunto que permanece aún para causas sociales (ruptura de la tregua de ETA, tsunami...)
No recuerdo el día en el que organizamos esto: hace unas semanas guardé de nuevo la carpeta, la cartelería y la información. Sin embargo recuerdo que el trabajo previo, las decisiones que tomamos (entre otras la de destinar el dinero a Valverde de Leganés, a partes iguales entre la iglesia y el ayuntamiento, por entender que los esfuerzos de las administraciones iban más centrados, como era lógico en Badajoz) fueron absolutamente enriquecedoras. El día en cuestión fue un día de alegría, el colofón del trabajo bien hecho que nos llevó a recaudar, hace diez años, cerca de un millón y medio de pesetas, con la contribución unánime de muchas personas e infinidad de pequeños comerciantes. Se me sigue poniendo la carne de gallina cuando recuerdo la cara del entonces alcalde de Valverde, emocionado y al borde de las lágrimas, al entregarle el cheque. Tengo grabados en mi memoria ver cómo los altavoces de la discoteca y las máquinas de coca cola aún seguían esparcidas por el pueblo.
Después fuimos a comer a Portugal. Aquel día también lo recuerdo por ser el primero en el que cruzaba nuestra frontera vecina.
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