Emigración, juventud y movilidad
No soy, porque no lo viví, de los que tiene esa imagen grabada a fuego de muchos jóvenes y de muchas personas, de cualquier condición, con maleta a cuestas rumbo a algún sitio para buscarse la vida. Aquello era emigración, sinónimo de sangría, sinónimo de crudeza de los tiempos, sinónimos de momentos donde las apuestas por unos territorios convertían algunos espacios en riqueza, como las industrias del norte de España, y otros en lugares de cortijeo y de caza, como nuestra región. Muchos de ellos, insisto, eran jóvenes.
Hoy la emigración de aquella posguerra se da como sinónimo de pateras, que también es sinónimo de sangría o de crudeza. Y ni siquiera llevan maleta a cuestas.
Pero internamente, entre nuestra regiones, entre los países de Europa e incluso de América Latina para nuestros jóvenes hay un concepto nuevo, que es casi una actitud: la de la movilidad. Hoy día se favorece esa manera de emigrar, desde los estudios, con posibilidades de costear estos a través de becas, como Erasmus o Séneca, e incluso con complementos añadidos según las comunidades autónomas. Hoy día, además, casi que el trauma que antes suponía marcharse de tu lugar de nacencia antes de lo socialmente establecido, existe a la inversa. Es fundamental viajar, conocer, impregnarse de otras culturas y estilos de vida.
Ambas imágenes tienen el denominador común de la presencia de personas que provienen de una región determinada, en este caso Extremadura, en puntos diferentes de un país, otras regiones... Pero posiblemente las necesidades, posibilidades y demandas de unos y otros sean diferentes, no solo por cuestiones de edad sino sobre todo por cuestiones emocionales.
Todo ello requiere de modernizar programas, proyectos e iniciativas. Para que todo los extremeños se sigan sintiendo tal cual sea cual sea la causa de su presencia fuera de nuestras fronteras. Eso, creo, también es nuestra marca Extremadura.
1 comentario:
Yo era muy pequeña y recuerdo haber visto a mucha gente de los pueblos venir a Cáceres a pasar el reconocimiento médico, para poder irse a Alemania, era un requisito indispensable. Y si todo estaba bien, cogían las maletas de cartón piedra, y se iban buscando un futuro mejor, que en muchas ocasiones no encontraban.
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