Película con pijama de rayas y niños con pijamas de rayas
Esta tarde vi con un grupo de chavales, en su mayoría niños, la adaptación al cine de una novela que creo que ha sido rotundamente un éxito. El niño con el pijama de rayas cautiva desde su nombre sugerente hasta el punto y final de la novela. La película, que le va a la zaga, puede servir para trabajar determinados valores con chavales a través de lo audiovisual, pero incluso así resulta complicado. Reconozco que es un riesgo verla con personas, personitas, que mayoritariamente tienen entre diez y doce años y que difícilmente encuadran el período histórico. Pero en el debate de después se han establecido unas curiosas reflexiones y una forma importante de transmisión de valores. La película no es que no guste a esas edades. Es que mayoritariamente no la entienden, pero no porque no la comprendan, sino porque, como Bruno, el niño con el pijama de rayas, la inocencia no le ha dado todavía la capacidad de discernir en ellos el bien del mal. Como para encima poder distinguirlo en los demás. Inexplicable resultaba, por ejemplo, aquello de perseguir a los judíos por parte de un pueblo como el alemán travestido en el nazismo. Sin embargo, pude escuchar, cuchicheando, algún "mentiroso" o algún "pobrecito" cuando calificaban algún pasaje de la película. Porque, como Bruno, los conceptos básicos son los realmente importantes. Lo otro es accesorio.
También me ha venido la reflexión de que ya hemos prescindido de esos niños como Smulhk, afortunadamente, porque hemos superado el totalitarismo de cámaras de gas y campos de concentración en la Europa del Este. Pero sin embargo, sigue habiendo muchos niños con pijamas de rayas. En Gaza, en el Congo, montados posiblemente ahora en alguna patera, formando parte de las letras de algún corrido mexicano, reescribiendo de manera anónima una nueva Ciudad de Dios o rodando, a su forma, una nueva edición de la película venezolana Huelepega.
La duda que planea un sábado cualquiera de un mes de enero cualquiera de un año cualquiera en cualquier lugar del mundo, porque seguimos sin elegir dónde nacemos -mal que le pese a muchos que no somos precisamente nosotros- es si hoy día existirían muchos Brunos. Si hoy día existirían muchos Brunos que desde la inocencia y desde la complicidad tácita o al menos desde la conciencia de que le gusta un mundo mejor, se rebele contra lo que no le gusta. Porque quizás de lo que se carece hoy día no es solo de la indolencia por no querer asumir que hay que terminar con hambrunas o conflictos perentorios que por permanentes se nos olvidan. También carecemos de ese reforzar todas y cada una de nuestras acciones con el ejemplo y con los valores, que permitan a cada cual asumir y discernir.
1 comentario:
Me ha gustado mucho lo que dices. Es la realidad. Cuando me dijiste que se la ibas a poner a los niños pensé que si a los mayores, a mi, el libro me dejó helada, y no entiendo nada de ese mundo absurdo, o no quiero entender, para sus mentes infantiles comprender eso es demasiado. Mejor que lo hayan visto como la historia de un niño, Bruno, y sus deseos de aventuras, de explorar, de romper con todo lo prohibido.Cuando Bruno se pone el pijama de rayas de Samuel, sucio y embarrado, ya es parte de ese mundo cruel; en medio de su inocencia: "nos van a recoger porque llueve" o "los habrán pelado como a mí porque tendrán piojos".Sigue habiendo niños cómo dices con pijamas de rayas, pero en muchos casos, nisiquiera lo usan, porque no saben lo que es un pijama. Un beso
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