domingo, 23 de diciembre de 2007

Las trece rosas: ¿simulación o arcade?


Había -y me imagino que seguirá habiendo- algunos juegos informáticos que permitían entre sus opciones la de reproducir fielmente el desarrollo del juego tal y como lo concebimos simulando la vida real (si se trataba de un juego deportivo, pues los jugadores tenían sus características diferenciadas, un juego de estrategia se jugaba en diferentes condiciones...)o por el contrario utilizar únicamente el armazón y dar rienda suelta a la imaginación, que era el modo arcade.

Pues esas dos creo que eran las dos opciones que tenía Emilio Martínez Lázaro para hacer con la película de "Las trece rosas" y para mí que ha optado por la segunda. Colocando en primer lugar lo positivo, es una película que tiene buenos recursos, que se ha concebido desde la emotividad del fondo de lo que sucedió y que presenta una ciudad de Madrid bien recreada. Las interpretaciones de algunas de las actrices son muy correctas y alguno de los actores, como Fran Perea, quizás anden desbordados por el rol que les toca desempeñar.

Pero extendiéndome más en lo menos positivo, lo primero que rechina, según parece, es la poca fidelidad con el libro de Carlos Fonseca que creo que es un documento que detalla en profundidad todo lo que sucedió. La película tiene saltos en el tiempo que hacen perder un tanto el hilo. Hay por una parte excesivo detalles en algunos momentos y otros donde también hace falta se pasan de largo. Tampoco es una película comprometida, es una película tibia que ha preferido anteponer los intereses comerciales y una equidistancia que no puede mantenerse en un hecho histórico contrastado frente al compromiso y a la reivindicación que demandaba el asunto.

El recurso de incluir a una persona de derechas es un tanto burdo, pero más aún el alegato para evitar el rencor ante quienes perpetraron esos u otros asesinatos. Y no me parece justo. Cada uno debe vivir su perdón o su rencor como quiera vivirlo, porque para eso al menos ahora hay libertad. Si muchos perdieron por la falta de esta a sus familiares y otros muchos ignoran dónde están enterrados, al menos que se permita a los familiares optar por el rencor, por la envidia, por el estudio de su historia, por el silencio, por la reconciliación, por el perdón...

Me ha alegrado, además, ver la película donde la vi. En Miajadas, en la Casa de Cultura, donde celebramos la tercera edición de los premios de la memoria histórica. El público no era el típico que en una ciudad va a una sala comercial. Era un público que seguramente en una parte respetable conocía de primera mano casos de represión. Vi lágrimas, no pocas, al finalizar la proyección. A mí en algunos momentos me costó contenerme. Me quedo, sin embargo, con la emotividad del encuentro entre el padre -que podría haber sido la madre- y la chica, Avelina, con aquel "te quiero" recíproco que debe ser escrito en papel porque las palabras son incapaces de salir.

En unos días se cumplirán 70 años del fusilamiento de navidad de Navas del Madroño. Intentaré, espero no olvidarme, escribir sobre ello.

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